A propósito de la muestra La vida sin plazos. Escritoras peruanas en la ciudad de los 90, presentamos una publicación que reúne los relatos de Pilar Dughi, narradora peruana de esa generación.
Por Jean Paul Espinoza, Biblioteca Mario Vargas Llosa
Pilar Dughi (1956-2006) es tal vez la cuentista peruana más célebre de la segunda mitad del siglo XX. Aunque fue psiquiatra de formación, su interés (o mejor, su pasión) por la literatura la llevó a escribir relatos desde los primeros años de la década del ochenta. Su primer libro, La premeditación y el azar (1989), la posicionó como una de las voces más sobresalientes de la narrativa corta peruana. Con Ave de la noche (1996) no hizo sino confirmar su talento y consolidar sus principales inquietudes temáticas: la soledad, el hastío existencial y la violencia. Pero las ediciones, aun cuando no superan siquiera las tres décadas de publicación, se volvieron prácticamente inhallables. Felizmente, en el 2017, Campo Letrado editó los dos volúmenes mencionados y uno más aparecido póstumamente en el 2008 (La horda primitiva), los tres reunidos bajo el nombre de Todos los cuentos. Por supuesto, ese trabajo de rescate constituye una oportunidad valiosa para analizar de manera panorámica la obra de Pilar Dughi.
Después de una primera lectura del libro creo conveniente señalar que los relatos con mayor potencial expresivo y analítico son aquellos que abordan la violencia política de los años ochenta y noventa. El tema no solo posibilita a Dughi explorar las aristas más conflictivas de la sociedad que vivió y profundizar en la psicología de personajes que padecían los efectos más nocivos de la guerra. También le permite desplegar una serie de recursos y técnicas literarias que enriquecen la complejidad de las acciones representadas. Un buen ejemplo es “Christi Nomine Invocato”, pues intercala dos planos temporales que colocan a dos protagonistas en situaciones de extremo peligro: una presunta senderista y una supuesta hechicera de la época colonial a punto de ser ejecutada. Lógicamente, el paralelismo no es gratuito habida cuenta que ambas, aunque muy lejanas en distancia temporal, comparten la característica de encarnar modelos femeninos de alteridad. De manera similar, “Los días y las horas” también presenta a una militante subversiva que cuenta desde la cotidianeidad de su casa el poco tiempo que le queda para incurrir en un nuevo atentado terrorista. A pesar de solo centrarse en esas horas previas, Dughi introduce en diversos pasajes diálogos que la mujer sostuvo con un “compañero” de su partido, y poco a poco van aflorando varios datos que permanecían escondidos al lector. Así, la narración se ve estratégicamente interrumpida por esos sucesos pasados que no logran sino añadir más tensión a la historia. Con todo, lo más perdurable de “Los días y las horas” es que, junto con “El grito” de Carmen Ollé, pone una piedra fundacional en las representaciones literarias de mujeres senderistas, tema que luego será tratado por Zedelith Chávez, Carmen Luz Gorriti y, más recientemente, Claudia Salazar. Por último, “La noche de Walpurgis” constituye un caso particular. Pese a no referir explícitamente a la subversión de Sendero Luminoso ni a la represión del Estado peruano, el cuento establece vínculos tácitos con la violencia política de los años ochenta. En efecto, el ambiente de terror, las sensaciones de incertidumbre y ambigüedad, y el constante temor entre prójimos configuran un escenario de tensión social que trae consigo resonancias del horror imperante de esa época.
De otro lado, un tópico recurrente en Todos los cuentos es también la condición de sometimiento de las mujeres. Dughi no requiere retratar situaciones extraordinarias o inusitadas para dar cuenta de una problemática que se ha mantenido perenne en nuestras sociedades. Antes bien, prefiere indagar en aquellos escenarios cotidianos que han naturalizado durante muchos años la reclusión de las mujeres en espacios únicamente domésticos. Al respecto, “El desayuno” presenta una mañana cualquiera de una familia de clase media que aparentemente lleva una vida tranquila y ordinaria. Sin embargo, los procedimientos narrativos se centran en describir con mucha precisión la mecánica rutinaria de la madre, quien debe atender a los hijos, servir al esposo y finalmente ocuparse de los quehaceres de la casa. Si bien es cierto, ningún párrafo o diálogo denuncia expresamente los roles de género, es la descripción misma de los hechos, con su excesiva minuciosidad, la que cuestiona el orden sobre el que se sostiene esa escena “hogareña”. Lo curioso es que hacia las líneas finales del cuento se nos revela un giro inesperado que podría descolocarnos y hacernos pensar cuáles son los modos en que se intenta trasgredir la opresión doméstica. Con ese mismo afán crítico, Dughi presenta “Futuro prometido”, relato que narra las precariedades económicas que atraviesan una mujer adulta y su hija adolescente. Sin trabajos estables ni apoyos familiares, ciertamente son pocas las esperanzas que ellas tienen por delante, y con el pasar de los días, su situación se agrava más. Asistimos línea a línea a la angustia de la madre por encontrar un camino que pueda salvarla de su circunstancia. Y dicho camino se materializa en la figura de un bodeguero ya bastante adulto que, a cambio de alimentos y dinero básico para la subsistencia, solicitará permiso para “frecuentar” a la joven hija. Desde luego, la primera reacción será la negativa absoluta, dadas las diferencias abismales entre una edad y otra, y la ayuda interesada que se quiere proporcionar. Pero el final, otra vez, rompe con la expectativa del lector: ahí se ponen de manifiesto cómo el sistema machista “negocia” los afectos y las corporalidades de las mujeres, y de qué manera el cortejo masculino, a veces, no encubre sino una forma de apropiación y poder.
Para culminar es preciso hacer hincapié en un aspecto de la obra de Dughi hasta ahora no mencionado por la crítica: los relatos breves que se alternan entre uno y otro cuento. Muchos de ellos oscilan su extensión entre una y dos hojas, y son experimentos muy interesantes pues, lejos de solo construir un puente entre los cuentos, poseen una propuesta particular. Casi todos los relatos representan personajes o hitos históricos que, en la pluma de Dughi, reciben un tratamiento desmitificador, a fin de impugnar (o al menos repensar) toda “historia oficial”. “Uno de los trece”, por ejemplo, hace un breve repaso por la biografía de Francisco Pizarro, pero se enfoca principalmente en todo los acontecimientos anteriores a su llegada a América. Así, se describe a un hombre solitario, conflictivo consigo mismo y encadenado a un pasado trágico que lo sume en un permanente estado de derrota emocional. No hay lugar, pues, para la figura solemne del “conquistador” y fundador de Lima; por el contrario, a través de una táctica discursiva, se le ha despojado de toda aura “mítica”. Por su parte, “La víspera” reconstruye un pasaje —no comprobable, pero sí especulativo— de la vida de Cristo: una supuesta noche amorosa con María Magdalena. Por supuesto, la intención no es ofrecer una fábula truculenta sobre la “otra” vida de Cristo para exaltar el morbo y la consternación. Con “La víspera” se procura humanizar al mesías sobre la base de una pasión más mundana y menos mística. De esa manera, se remueve el halo divino que existe en torno a su imagen, y se le devuelve su carácter terrenal. No hay moraleja, claro, solo una voluntad de subvertir los cimientos de los imaginarios religiosos y el sentido común.
Todos los cuentos, de Pilar Dughi forma parte de nuestra Colección de Literatura Peruana y se encuentra disponible en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana. Pueden consultar el texto gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.