En el Día de los Muertos muchos ciudadanos se dedican a visitar todos los cementerios del país. La biblioteca Mario Vargas Llosa te invita a hacer este recorrido acompañado de un singular libro: Parca voz. Los epitafios del cementerio Presbítero Matías Maestro de Lima de los investigadores Rosa Ostos Mariño y Antonio Espinosa Ureta. Te recomendamos esta lectura para conocer más sobre la literatura funeraria en el Perú.
Antonio Chumbile. Biblioteca Mario Vargas Llosa
Desde las primeras creaciones literarias del ser humano, la muerte siempre ha sido uno de los temas más intensos y difíciles de abordar. Su implacable paso por el mundo casi siempre deja fuertes réplicas o ecos muy duraderos en los artistas. Basta preguntarse: ¿Cuántos libros se han inspirado en la muerte? ¿Cuántos poemas se han dedicado al fallecimiento de un ser querido? Si la cantidad le parece abrumadora, imagínese cuánto más lo sería si incluimos a los epitafios como género literario. ¿Qué pensaría si le decimos que los cementerios también pueden ser una suerte de “bibliotecas fúnebres”? ¿Se animaría a visitarlos como un lector?
El libro Parca voz. Los epitafios del cementerio Presbítero Matías Maestro de Lima (Municipalidad Metropolitana de Lima, 2015) aborda estas cuestiones desde un exhaustivo trabajo de investigación. Antonio Espinosa Ureta y Rosa Ostos Mariño han sido los encargados de revisar la gran cantidad de lápidas que contiene el cementerio más antiguo de América para poder analizar los valores literarios que estos encierran. Asumiendo a los cementerios como “representantes de la memoria de una nación” (p. 45), los autores de este libro han recopilado la gran cantidad de estilos y contenidos de las tumbas que se hicieron durante el siglo XIX en el cementerio Presbítero Matías Maestro.
El libro inicia con el rastreo de los orígenes históricos del epitafio como género literario. Gran parte de su formato de debe a los epigramas fúnebres que se componían en la época grecorromana. Con estos referentes se deja claro que la llamada literatura funeraria proviene de una larga tradición que, gracias a su difusión popular, continúa hasta el día de hoy con los epitafios. Ciertamente, no todas las inscripciones en las lápidas presentan logros literarios a primera vista. Sin embargo, con un estudio detallado, podemos notar que los epitafios contienen una retórica muy expresiva que varía según las características del difunto y del concepto que tenga el autor sobre la muerte. El epitafio expresa, pues, las distintas formas de enfrentarse o resignarse a la muerte.
El valor literario de muchos epitafios se puede reconocer en la aspiración estética y la intencionalidad de su autor: el dedicante. Esta persona suele ser el deudo más afectado; en la mayoría de casos se trata de la esposa, la madre o el hijo del difunto. Justamente, muchos de los textos más intensos provienen de los padres de familia:
¡AQUÍ TIENES PARCA FIERA
BAJO DE ESTA LOZA FRÍA
A JESÚS HIJA MÍA
QUE UNIRME A ELLA QUISIERA!
¿QUIÉN MIS DESEOS PUDIERA
CUMPLIR SIN FALTAR A DIOS?
¿QUIÉN POR FORTUNA CUAL VOZ
TANTO PODER HOY TUVIERA?
QUE AL MOMENTO DISPUSIERA
SEPULTARNOS A LAS DOS. (p. 202)
Siguiendo la línea estética de la época, es frecuente el uso de rimas consonantes y de versos endecasílabos. Los autores de Parca voz describen detalladamente las distintas formas de versificar presentes en las lápidas del cementerio Presbítero Matías Maestro. El lector se encontrará con sentidas -y muy bien elaboradas- estrofas que se presentan en forma de octavas, pareados, tercetos, décimas, etc. Estos versos, por supuesto, otorgan pie al uso de varias figuras literarias, como la metáfora o la antítesis:
DE PREMATURA MUERTE AL RAYO FIERO,
CAYÓ LA FLOR DE TU EXISTÉNCIA HERIDA;
ES HOY EN TRISTE POLVO COMBERTIDA (sic)
FLOR QUE SE CULTIVÓ CON TANTO ESMERO (p. 133)
Como se ve en estos versos, la materia y estilo de los epitafios también varía mucho según las circunstancias de la muerte del ser querido. Los autores de Parca voz señalan que para el estudio de estos textos es necesario tomar en cuenta el referente y el contexto en que fueron escritos. El lector se encontrará con inscripciones fúnebres dedicadas a niños, jóvenes, esposos, héroes de guerra, artistas, políticos; y textos que hacen referencia a las causas de la muerte, muchas debidas a la enfermedad, un accidente o la guerra. Incluso, en muchas lápidas, el epitafio también busca denotar la clase social o el distinguido linaje del cual provenía el difunto.
Una de las clases de epitafios más estudiados en este libro son aquellos dedicados a los infantes. La fatalidad de que una vida se apague tan pronto motiva textos muy expresivos: “MURIÓ EN LA MAÑANA DE LA VIDA / CUAL FLOR POR EL CIERZO SACUDIDA” (p. 81). El corto espacio que ofrecen las piedras de las lápidas motiva el uso de metáforas que expresen mayores sentimientos en menos palabras: ESA FLOR PURA NO HALLÓ DIGNO EL SUELO / Y QUISO ABRIR SUS OJAS EN EL CIELO (sic).” (p. 116). También encontramos expresiones más resignadas o incluso de alivio respecto a la muerte: “LA TUMBA ME LIBRA DE MAYORES MALES. / GLORIA IN EXELCIS DEO.” o “NACIÓ SUFRIÓ MURIÓ. TAL ES LA VIDA.” (p. 112).
Por supuesto, el libro en mención también ofrece amplia información sobre el propio cementerio y de su importancia en el imaginario de la ciudad. Por ejemplo, se recuerda que antes de su construcción, la inmensa mayoría deseaba ser enterrada bajo las Iglesias o en los lugares que éstas consideraban sagrados. Aquellos que morían “en pecado” o sin bautizarse (en la mayoría de casos, se trataba de pobres, indios o negros durante el Virreinato) eran arrojados a los extramuros de la ciudad para que sus cuerpos sean devorados por gallinazos y perros hambrientos. Ante esto, se podría afirmar que la inauguración del cementerio Presbítero Matías Maestro en 1808 fue un primer paso en la democratización de los ritos funerarios, colocando la dignidad post mortem al alcance de más ciudadanos. Ahora el cementerio es considerado un gran monumento a la historia de nuestro país.
Finalmente, recalcamos que los versos aquí citados son una minúscula parte comparada a la cantidad de epitafios recopilados en el libro. Posiblemente, el lector se llevará la impresión de haber visitado una enorme “biblioteca fúnebre” donde las lápidas, tal como los libros, contendrían las creaciones y noticias de los autores de nuestra historia. Una vez revisado este texto, les invitamos a visitar el cementerio y dejarse llevar no solo por su arquitectura sino también por sus versos. Este libro es una prueba más de que la poesía definitivamente puede estar en todos lados.
Parca voz. Los epitafios del cementerio Presbítero Maestro de Rosa Ostos Mariño y Antonio Espinosa Ureta forma parte de nuestra Colección Interdisciplinaria en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana y la pueden consultar gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.