La publicación destacada esta semana en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima) es el libro Los inocentes, del escritor peruano Oswaldo Reynoso, quien recientemente pasó a la inmortalidad.
Por Bruno Ysla Heredia
En 2011 con motivo de los cincuenta años de la publicación de Los inocentes, Oswaldo Reynoso, concedió una entrevista a Enrique Planas para el libro de homenaje El tesoro de la juventud (Centro Cultural de España / Estruendomudo); he seleccionado pasajes de la misma donde el querido Oswaldo cuenta cómo surgió y publicó este libro que, en su edición de 2006, también por Estruendomudo, será la publicación de esta semana:
En el fondo de nosotros hay una llama que luego explota en una sonrisa. No son las costumbres ni la comida lo que dan la identidad a un país, sino la mirada y la sonrisa de los jóvenes […] Recuerdo que en mi colegio, en Arequipa, a uno de mis compañeros le habían puesto de apodo “cara de huaco”, para burlarse de sus rasgos mestizos. Yo pienso que los huacos fueron retratos de gente muy bella. Es el verdadero patrón de belleza peruano. Una belleza que yo encuentro en los ojos de los jóvenes peruanos.
Yo llegué a Lima a estudiar en el Pedagógico Nacional de Varones que quedaba en Jesús María, en la avenida Mariátegui […] Obtuve una beca completa, que incluía alimentación y alojamiento. En el pedagógico tuve dos experiencias importantes: Allí me encontré con jóvenes venidos de todo el Perú. Fue un descubrimiento […] Además empecé a conocer los billares y las cantinas. Luego entré en contacto con los escritores que se reunían en el bar Zela y en el Palermo. Yo en Arequipa había conocido a Eleodoro Vargas Vicuña. En Lima conocí a Wáshington Delgado, a Alejandro Romualdo, a todos los de la Generación del Cincuenta.
Había escrito los tres primeros relatos. Se los había mandado a Manuel Moreno [Jimeno], a quien le gustaron, y me pidió permiso para dárselos a leer a Arguedas. […] Un día que yo estaba en el Palermo, vinieron a decirme que Arguedas me estaba buscando. […] Así que fui y cuando me vio, me abrazó. Me dijo que había escrito un libro estupendo. Y me animó a publicarlo. Pero tres relatos eran muy pocos. Tenía dos relatos más y los acomodé. Hablaron con Javier Sologuren, que tenía en Chaclacayo su editorial La Rama Florida que publicaba poesía. Y se le encargó a Washington Delgado que dirigiera una nueva sección de narrativa que se inauguró con Los Inocentes.
Cuando salió el libro, inmediatamente comenzaron a atacarme con notas muy fuertes. Colegas como Sebastián Salazar Bondy, Washington Delgado y Manuel Baquerizo tuvieron que salir a defenderme.
La primera edición de Sologuren, de 500 ejemplares con una hermosa portada de Ruíz Durand inmediatamente se agotó. Entonces recibí una llamada de Manuel Scorza, que quería publicarme en su sello Populibros […] Pero me puso una condición: Cambiar el título. […] Me propuso una lista de diez nombres para escoger. Ninguno me convenció. “Si no se cambia el título, no hay trato”, me aclaró Scorza. “Aquí hay una inversión, y el título Los Inocentes no va a jalar gente”. Así que convoqué a los sabios de bar Palermo y les propuse el tema. Creo que era la primera vez en el Perú que se planteaba el problema de la creación y el mercado. […] Entre cerveza y cerveza, se discutió bastante. Unos estaban en contra de que se cambiara el título, otros a favor. Recuerdo que dos amigos se exaltaron y salieron a La Colmena a trompearse. […] Scorza me había dado de plazo hasta las nueve de la mañana. Eran las ocho de la mañana y algunos se habían ido, otros dormían apoyados en la mesa. Salí de allí, me fui caminando por La Colmena, llegué a la Plaza San Martín y me refresqué el rostro con el agua de la pileta. Luego fui a buscar a Scorza. Al llegar, me preguntó qué había decidido. “No se cambia”, le dije. “Entonces no se publica”, me respondió. En el momento que salía de su oficina, recordé que en la discusión del Palermo un título había circulado: Lima en rock. Regresé y le dije: “Se publica, pero con el título Lima en rock‘. A Scorza le gustó y aceptó la condición de poner, entre paréntesis, Los Inocentes.
El rock llega a Lima a través de películas. Como “Al ritmo del reloj” o “Rebelde sin causa”, pero no había conjuntos de rock. La gente inmediatamente calificó como “rocanrolero” al joven que se parece a los personajes de esas películas. Yo recuerdo que mis hermanos mayores habían captado la imagen de Carlos Gardel tras ver sus películas, y salían a la calle todos engominados. No se trataba precisamente por la música, sino por la actitud.
Acuda a la Casa de la Literatura y a los diversos espacios y actividades que ella le brinda. Visite también la Biblioteca Mario Vargas Llosa y compruebe que autores como el gran Oswaldo Reynoso siempre vivirán a través de sus obras y de los lectores que se acerquen a ellas. Recuerde nuestro horario: 10:00 a.m. a 7:00 p.m. El ingreso a la Biblioteca, como a todas las actividades de esta Casa, es libre, sólo es necesario mostrar el DNI.