Este mes se cumplen 115 años del natalicio de César Moro (1903-1956), uno de los poetas surrealistas más importantes del siglo XX. Celebremos La tortuga ecuestre (y dos poemas anexos) (Revuelta editores, 2012), un intenso poemario póstumo que da cuenta de su imponente imaginación y apasionamiento.
Por Antonio Chumbile, Biblioteca Mario Vargas Llosa
César Moro pasó la mayor parte de su vida intensamente enamorado. Poeta, pintor y ferviente difusor del surrealismo, Alfredo Quíspez Asín Mas —tal fue su verdadero nombre— nos dejó una obra violentamente original que en su mayor parte se encuentra atravesada por el amor y el delirio. En sus momentos más fuertes, estas pasiones tuvieron nombre y apellido: Antonio Acosta, un joven cadete mexicano a quien el poeta conoció a fines de 1938 y que le inspiró a escribir sus libros más potentes: Cartas a Antonio, Lettre d’Amour y La tortuga ecuestre. Sobre este último texto, André Coyné cuenta que César Moro tenía tal predilección por las tortugas que llegó a criar un pequeño ejemplar de estos reptiles al que puso el nombre de Cretina. Curiosamente, este pequeño animal luego se convertiría en el símbolo místico de varios poemas dedicados a Antonio Acosta. De hecho, algunos de sus más atentos lectores suelen ensayar una curiosa fórmula: César + Cretina + Antonio = La tortuga ecuestre. Por supuesto, al tratarse de poesía, cada elemento es un mundo.
La tortuga ecuestre es el único libro orgánico que César Moro escribió en español. Fue concebido durante su estancia en México y no llegó a ser publicado debido a problemas económicos. Sería recién en 1957 en que, gracias el esfuerzo ejemplar de André Coyné, sale a la luz este poemario póstumo convirtiéndose con el tiempo en un clásico del surrealismo y de la poesía del siglo XX. Una de las cosas que más llama la atención de este poemario es la violenta manera de dinamitar el lenguaje convencional mediante imágenes y metáforas producidas por el flujo del inconsciente del poeta, tal como lo pregonaba el surrealismo. Toda palabra usada parece haber perdido su significado usual para formar parte de un bestiario alucinante donde algas, trenes, leones, ángeles y pianos se juntan y mezclan para dibujar paisajes oníricos. Sin embargo, en medio de todo esto, la voz del poeta busca al ser amado: “Tu aliento certero en medio del corazón una piedra que cae en el estanque dormido y levanta géiseres de estrellas enloquecidas que buscan su origen en tu boca” (p. 23).
En la poesía de Moro lo real no puede expresarse con un lenguaje articulado ni mucho menos convencional. Aquí la lógica y la realidad son derrumbados por el poeta para expresar su furor: “Serás un volcán minúsculo más bello que tres perros sedientos haciéndose / reverencias y recomendaciones sobre la manera de hacer crecer el trigo en pianos fuera de uso” (p. 11). Entre toda esta avalancha de imágenes, este “grandioso crepúsculo boreal del pensamiento esquizofrénico” (p. 18), el poeta desea comunicar y compartir su desborde y delirio con un otro, un sujeto deseado: Antonio, el “demonio nocturno” (p. 31). De esta pasión, de esta falta del ser amado, surge la velocidad y la violencia que caracteriza la poesía de César Moro y lo destaca entre los demás poetas surrealistas: “la velocidad del crecimiento de las uñas en los tigres jóvenes la preñez de la hembra del tigre el retozo del albor de los aligatores el veneno en copa de plata las primeras huellas humanas sobre el mundo tu rostro tu rostro tu rostro” (p. 21).
En La tortuga ecuestre la realidad parece haberse sumergido bajo el mar hasta diluirse en un “alarido de elementos” (p. 24). El lector tendrá por momentos la sensación de ser testigo de un diluvio donde todo se estrella y se mezcla, sobre todo las tortugas, los tigres y los leones que evocan a los amantes que motivaron este libro.
Cada edición de la Tortuga ecuestre ha incluido una sección con un grupo de “Poemas separados” que en una primera versión formaban parte del libro. Ésta práctica quedó sentada debido a la estrecha relación de parentesco y calidad de los textos. Sin embargo, en lo que sí varía notablemente cada edición es en los poemas que acompañan al libro por estar escritos en español o hacer referencias directas a Antonio o la tortuga Cretina. La presente edición de Revuelta Editores cuenta con dos poemas anexos: se inicia con el clásico poema “Antonio es Dios” y culmina con “Libertad – igualdad”, donde finalmente aparece “la presencia insólita del tigre / acoplado a la divina tortuga ecuestre” (p. 53). Algunos lectores podrán percibirlo como el inicio y la consumación del deseo voraz y apasionado del poeta.
Aún estamos en deuda con César Moro. De andar casi como un forastero por su propia tierra y su tiempo, ahora su trayectoria literaria está atravesando generaciones y fronteras tal y como ya lo hicieron sus poemas.
El libro La tortuga ecuestre (y dos poemas anexos) de César Moro forma parte de nuestra Colección de Literatura Peruana y se encuentra disponible en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana. Pueden consultar el texto gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.