A pesar de los años, las novelas y relatos de Alfredo Bryce Echenique continúan contagiando su singular mezcla de amor, humor y melancolía a sus lectores. Te invitamos a conocer también su faceta de ensayista en el libro Entre la soledad y el amor (Peisa, 2005), donde el narrador peruano nos comparte sus reflexiones y temores sobre la depresión, la felicidad y otros temas.
Por Antonio Chumbile, Biblioteca Mario Vargas Llosa
Casi todos los grandes narradores de la literatura se han dejado tentar por el género del ensayo. Para muchos, incluso, suele ser una actividad necesaria para poder aclarar temas y puntos de vista que posteriormente utilizan en sus obras literarias. De ahí que un escritor no solo crea sus obras impulsado por historias o personajes sino también por sus ideas. No resulta extraño, entonces, que los ensayos de un escritor suelan ser más íntimos y disfrutables por estar impregnados de cierto estilo personal. Tal es el caso del libro Entre la soledad y el amor (Peisa, 2005), la primera publicación orgánica de ensayos de Alfredo Bryce Echenique.
El libro consta de cuatro partes que, paradójicamente, llevan por título los temas más importantes en la narrativa de Bryce Echenique: la soledad, la depresión, la felicidad y el amor. La gran mayoría de estos textos inician con una escena cotidiana acompañada de cierto tono narrativo que nos recuerda al mejor Bryce. Luego, poco a poco se pasa al tono reflexivo y a numerosas referencias a otros literatos y ensayistas, manteniendo siempre una prosa ágil y cierta claridad en la exposición de sus ideas.
A pesar de haber sido escritos hace más de quince años, la mirada analítica de Bryce puede aplicarse a varios casos contemporáneos. En los primeros ensayos referidos a la soledad, se tratan por lo menos tres variantes de este sentimiento: la soledad que deja el ser amado, la soledad de los jóvenes y la soledad que rodea a la vejez. El primero es ejemplificado en la situación de la “señora X” quien, luego de haber quedado viuda a los 80 años, se encierra en la depresión y se resiste a compartir nuevos momentos con otros seres queridos. Alfredo Bryce nos describe de forma muy humana y precisa las consecuencias físicas y psicológicas de este autoencierro, pero en ningún momento lo asemeja a alguna demencia senil. Por el contrario, afirma: “cuando el mundo que nos rodea es muy poco humano, resulta muy humano alejarse de él.” (p. 20). Muchas veces es el otro, el ser amado, quien configura nuestra visión y valoración del mundo y de las cosas que nos rodean. En estos tiempos donde se ha perdido la credibilidad en gran parte de los discursos sociales, el ser amado se vuelve uno de los últimos refugios del sentido, incluso cuando no está con nosotros. Para este caso, Bryce ensaya una posible respuesta: “los seres todos, y en particular los ancianos, encuentran cada vez menos consuelo en la religión. No los privemos, pues, de la religión del recuerdo.” (p. 21).
Las otras soledades que trata Bryce se relacionan directamente con los próximos capítulos sobre la depresión y la felicidad. Deja a un lado su humor característico para afirmar que esta sociedad suele hacer que confundamos libertad con independencia, siendo ésta última una forma más desinteresada y egoísta de estar en el mundo. Bryce es consciente de las nuevas formas de alienación que promueven estos tiempos: “la sociedad contemporánea diviniza al individuo o, más precisamente, le otorga la posibilidad de divinizarse a sí mismo.” (p. 25). Curiosamente, ésta necesidad de autoafirmarse nunca es saciada y nos devuelve a la búsqueda de otras personas que nos acompañen pero solo hasta satisfacernos superficialmente. En esta sección podemos encontrar a un Bryce más crítico y algo pesimista respecto al sujeto contemporáneo.
El ensayo dedicado a la depresión paradójicamente es el texto más bryceano del libro. En esta ocasión, el autor de No me esperen en abril parte de su propia experiencia para contarnos sobre un fuerte ataque de depresión que sufrió cuando tenía alrededor de 30 años y se sentía solo y “desposado” en Europa. Con altas dosis de humor, ironía y ternura, Bryce nos cuenta cómo le salvó la vida conocer y mantener amistad con un doctor y sobre cómo la depresión es algo muy común en los humoristas. A pesar de tratarse más de una crónica, las referencias bibliográficas abundan en este texto así como en los demás textos. Entre los autores más citados se encuentran Anatole France, Julio Cortázar, Michel de Montaigne, Hegel, André Breton, Kierkegaard, Emmanuel Lévinas, Hölderlin, Kant, André Gide, Rilke y Maupassant. La forma en que aparecen estas referencias nos expone una curiosa característica del libro. A diferencia de La verdad de las mentiras de Vargas Llosa, donde se parte de la literatura para hablar sobre la sociedad y el individuo, en el conjunto de ensayos de Entre la soledad y el amor ocurre lo inverso: se parte de reflexiones sobre la sociedad y el sujeto para volver a la literatura. Bryce ejemplifica cada una de sus ideas con personajes o pasajes de obras literarias. Esto contribuye con la didáctica de cada texto y a la vez nos da buenas referencias sobre sus lecturas preferidas. Por ello, es muy frecuente encontrar explicaciones de este tipo: “Los que aman absolutamente no buscan la absorción del otro y sí, por el contrario, descubrir la realidad singular de cada cual, como los personajes de Chéjov, para quienes el amor es una hallazgo sorprendente que sólo más tarde puede explicarse.” (p. 89).
En el ensayo que Bryce dedica a la felicidad, primero aclara que no se trata de un tema superficial y que aquellas frases trilladas como “la plenitud de la vida” no son necesariamente falsas o artificiales. Por el contrario, se señala que ningún deseo es “innecesario” o “superfluo” sino sencillamente parte de lo humano. La cuestión consistiría en hallar un equilibrio entre los deseos y la realidad que se les enfrenta. Al lector le resultará muy interesante aplicar estas ideas sobre los propios personajes de Bryce, tales como los protagonistas de La vida exagerada de Martín Romaña (1981) o en el joven Manolo de Huerto cerrado (1968).
Como habrá podido notar el lector, cada uno de estos ensayos se encuentra en mayor o menor medida atravesados por el amor. Bryce le otorga el protagonismo a este tema al final del libro, redondeando varias ideas que nos presentó en las primeras páginas. Impregnando cada vez más la literatura en sus reflexiones, llega al punto de identificar la facetas del amor a partir de personajes en las obras de Dostoievski, Proust y J.P. Jacobsen. A través de sus acciones y fracasos, llega a la conclusión de que “el amor es una tentativa siempre inacabada”. Es por este motivo que el amor suele estar a la misma distancia de la felicidad que de la soledad y la depresión. Así como los personajes de Bryce, solo nos toca andar y andar con buen humor entre estos caminos.
El libro Entre la soledad y el amor de Alfredo Bryce Echenique forma parte de nuestra Colección de literatura peruana y se encuentra disponible en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana. Pueden consultar el texto gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.