Estando próximos a la navidad, la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura destaca como publicación de la semana Navidad en la literatura peruana (1948) de Alberto Tauro del Pino (1914-1994).
Por Manuel Barrós Alcántara, Biblioteca Mario Vargas Llosa
Navidad en la literatura peruana es una antología que explora las formas en que ha sido representada esta festividad desde finales de S. XIX y, sobre todo, en la primera mitad del S. XX. A través de la poesía, el cuento y la crónica social —los principales registros con los que se constituye esta muestra— Alberto Tauro nos ofrece diversas visiones sobre la navidad. Como el mismo Tauro afirma: “los escritores desentrañan su complejo simbolismo y forman de ella la levadura ética y artística, la emoción y la promesa”.
Es muy revelador que el recopilador haya escogido esas tres formas literarias, tanto por su brevedad para hacer más viable una antología, como por la gradación emocional que yace concentrada en cada texto que conforma el libro. Sin ánimo de ser exhaustivo, Alberto Tauro nos brinda un muestrario de lo que ha sido la experiencia personal y social, privada y pública, de una fecha relativamente significativa para la literatura peruana hasta 1948. El humor y la ternura, lo lúdico y lo trágico se avienen en la lectura sostenida de los autores antologados. Aunque hay una relativa predominancia de Lima como espacio y procedencia social, no solo hay limeños, pues Tauro recoge escritos de varias regiones del Perú.
Los poetas antologados fueron Mariano José Sáenz, Percy Gibson, Abraham Valdelomar, José Santos Chocano, Martín Adán y Leonidas Yerovi. La poesía escogida por Tauro nos transmite una presencia principalmente episódica de la navidad en la antología, ya que —salvo Adán y Valdelomar— los registros poéticos apuntan a lo jocoso e irónico de una visión casi costumbrista de la festividad. Si bien están presentes la infancia, la vejez, la noción del hogar, la vida privada y pública en el compartir de lo familiar, las formas de simbolizar la navidad bordean lo pintoresco y ocurrente de unos cuadros de época. Esto se evidencia aún más en los textos de los siglos anteriores al S. XIX, como el de Josefa Francisca de Azaña y Llano. Pero, también, la navidad se muestra divertida y jaranera, coqueta y amorosa en los más diversos atisbos de vida. Por ejemplo, desde su poesía, Martín Adán escribe sobre la navidad: “Dios se encarna / en un niño que busca los juguetes / de tus manos // Tus labios / dan el color que niegan / la vaca y el asno”.
Por su parte, los cuentistas escogidos fueron Enrique Bustamante y Ballivián, Angélica Palma, Enrique A. Carrillo. Es en el cuento que se concentra la mayor diversidad emocional del libro. Más que lo propiamente religioso, el abanico de posibilidades sentimentales trasciende la festividad cristiana para adentrarse en diversas dimensiones humanas, como el asombro, la amargura o, incluso, el contentamiento. En “El niño Dios” de Bustamante y Ballivián, encontramos a un autor que se enternece. También, hay un relato dedicado a Papá Noel, “El padre Noel”, de Federico Larrañaga quien afirma que dicho personaje “constituye una tradición de encanto, el ensueño de la juventud y el poema más acabado y sencillo de la poesía inocente y pasajera de la humanidad…”. Asimismo, en “La suerte de los juguetes”, Angélica Palma advierte los símbolos lúdicos de la navidad que hacen presencia en la antología de manera insólita y aleccionadora. Señalemos, de paso, que Tauro tiene un marcado interés por Valdelomar quien aparece tres veces en el libro con textos muy reveladores. En uno de ellos, “Carta pascual”, lo encontramos atildado y satírico, pero lleno de una ternura —tan pocas veces mostrada en público— frente a su creencia en la navidad.
Cerrando la última parte del libro, Alberto Tauro nos comparte tres retratos de época: los de Ricardo Palma, José Gálvez y José Carlos Mariátegui. El primero, pícaro como de costumbre en “El mes de diciembre en la antigua Lima”, nos dice que en la navidad: “Lo religioso y sagrado no excluía a lo mundanal y profano”. Lo andino y lo costeño se encuentran en las celebraciones criollas en las que la ciudad se evidencia y se desborda. De igual manera, Gálvez contrasta e historia las distintas maneras en que la navidad fue percibida, aceptada y celebrada a inicios de la Colonia y los pasajes finales del S. XIX. En buena cuenta, su texto “La navidad limeña” es una crónica histórica y social de las condiciones y prohibiciones que existían en nuestra capital para celebrarla. Finalmente, un breve ensayo, “Divagación de navidad”, nos recuerda al Mariátegui viajero y lleno de mundo que contrasta y perfila los matices simbólicos de la navidad entre Europa, Perú y EE. UU. Como bien lo sugiere Mariátegui, la navidad es una fiesta muy propicia para el hogar y la infancia, pero, también, para la anegada vida social, pues esta nos permite apreciar cómo la adultez se transparenta ante ellas.
Así, entre las más distintas sensibilidades que puede generar esta fecha, Tauro nos comparte testimonios y pasajes de vida en una variedad de registros y voces. Aquí Valdelomar, en un poema, con la suficiente delicadeza y fragilidad para reconocerse en su propia ausencia y penumbra familiar:
“El hermano ausente en la cena de pascua”
La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual…
Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel,
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.
La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero hoy no hay alegría ni el afán de reír
que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre, que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar…
Puedes acceder a este libro en nuestra Biblioteca Mario Vargas Llosa, (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima), en el horario de martes a domingo de 10 a.m. a 7 p.m., solo con tu DNI.