Los invitamos a leer La rosa de la espinela, del poeta Martín Adán.
La publicación de esta semana en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima) es una edición facsimilar de La rosa de la espinela, primer poemario de Martín Adán.
Por Bruno Ysla Heredia
Biblioteca Mario Vargas Llosa
Publicada originalmente en agosto de 1939 como parte de la colección Cuadernos del cocodrilo, adjunta al número 2 de la revista 3 de José A. Hernández, Arturo Jiménez Borja y Luis Fabio Xammar, La rosa de la espinela es el segundo libro de Martín Adán, tras La casa de cartón, aparecido 11 años antes, y su primer libro de poemas propiamente dicho; por ello es que es el libro inicial de los aparecidos en las compilaciones de su Obra poética del Instituto Nacional de Cultura, INC (1971 y 1976) y también de la antología El más hermoso crepúsculo del mundo de Jorge Aguilar Mora (1992). Con este libro se inicia también la llamada “Vuelta al orden” en la poesía de Martín Adán, esto es, el regreso a las formas clásicas tras la explosión vanguardista y que seguiría en su siguiente poemario: Travesía de extramares (1950).
Con sus diez poemas, La rosa de la espinela es un poemario dedicado a la rosa o la idea de ella; como apuntó Ricardo Silva-Santisteban, en el estudio que precede a las obras poéticas publicadas en 1980 y 2006: “…Es un viaje por la idea de la rosa, por su forma externa e interior, por la unión del poeta con la rosa […] El poema, en La rosa de la espinela, se estructura en una colección que, a manera de prisma o cúpula, se dirige hacia su vértice, es decir su fin y su sentido. Abierta en un haz, empieza la travesía de la rosa en una estructura regular: diez poemas de diez versos cada uno. Las diez facetas con que aquí se mira a la rosa se declaran en los títulos: «Nave», «Antro», «Aguijón», «Bala», «Cauce», «Cincel», «Flecha», «Ala», «Viático» y «Punto».”
Ya a principios de la década de 1930, Adán le había dedicado un poema a la rosa, precisamente uno con ese título, “La rosa”, con dedicatoria, además, a uno de los hermanos Peña Barrenechea, Enrique; el poema, publicado en la revista Bolívar de Madrid, principia con los siguientes célebres versos:
Pura rosa de teoría,
olor y color mental,
forma de melancolía…
Al respecto, anotaba el mexicano Aguilar Mora: “Alegoría, símbolo, metáfora, significante, objeto, la rosa no abandonará ya nunca su poesía, ni su vida. La rosa, en tercera persona, y la piedra, en segunda, son como las intensidades de la creación que Adán no cesa de convocar con su palabra.”
La espinela del título se refiere a: “…La décima, estrofa de diez versos octosílabos introducida por Vicente Espinel a fines del siglo XVI que, en honor a su nombre, lleva también la denominación de espinela. Esta décima consta de dos redondillas de rimas abrazadas que se unen por medio de dos versos de enlace.” (Ricardo Silva-Santisteban).
En ese sentido, es de resaltar el siguiente texto que aparece en la entrada dedica a la espinela en The Princeton Encyclopedia of Poetry and Poetics (2012): “…Una de las instancias más autoreflexivas es La rosa de la espinela (1939) del poeta contemporáneo peruano Martín Adán, una colección de espinelas en la cual la rosa como un emblema de visión trascendente y la forma de la estrofa están unidas en una relación recíproca” (D.C. Clarke).
Contemporáneos de Martín Adán expresaron sobre este poemario: Jorge Eduardo Eielson, en La poesía contemporánea del Perú (1946): “El arribo de lo inefable a nuestra poesía se realiza por virtud rigurosa de Martín Adán en La rosa de la espinela […] Su inefabilidad consiste en la absoluta carencia de otro sentido que no sea el de la propia poesía que nace de la sola asignación, prestancia profunda, plástica y sonora, de la letra empleada…” Y Sebastián Salazar Bondy en la revista Mercurio Peruano en 1959: “Cada una de las décimas de La rosa de la espinela propone la idea de la flor clásica, de la antigua y natural representación de la belleza perfecta como meta del anhelo humano. En ella se abisma el poeta, ya como puerto de un viaje liberador, ya como cauce espiritual para la substancia humana, ya como esfera absoluta en la que lo vario es uno. En todo caso, como infinitud que se quiere alcanzar con alma y cuerpo…”
A pesar de estos reconocimientos y de su corta extensión, poco más de diez páginas, el libro no ha estado exento de erratas en sus distintas ediciones, muchas de las cuales han sido señaladas por Jorge Aguilar Mora: Por ejemplo, en el poema Viático, en el cuarto verso, hay una confusión en el pronombre, en algunas versiones dice “Que su nombre lo hizo todo!” y en otras, las más aceptadas, “Que tu nombre lo hizo todo!”; también ha encontrado Aguilar errores en la reproducción del epígrafe del poema Cauce, en el que en las primeras ediciones y en alguna posterior aparece la palabra “gran” en vez de la correcta en francés “grand”; sin embargo, el error más notorio ocurre con la última palabra del poemario: Singladura. En la primera edición y otras posteriores (las dos del INC y la última de Silva-Santisteban de 2006) aparece la expresión Singlatura.
La versión del poemario en exhibición, facsimilar de la primera edición, sólo tiene las dos primeras erratas señaladas. En la sala de la muestra Todo, menos morir. Soledad y genio de Martín Adán, se encuentran otras versiones del poemario incluidas en compilatorios, como el mencionado de Aguilar Mora.
De todo esto podrán discutir los lectores el sábado en el Club de lectura, dedicado a este importante libro de poesía peruana. Empieza en punto a las cuatro de la tarde.
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