Como una novela, del escritor francés Daniel Pennac, es uno de los textos más peculiares sobre cómo fomentar la lectura en el hogar y en la escuela. Puede leerse como un ensayo, un testimonio y, efectivamente, como una novela sobre nuestro amor por los libros. Les invitamos a ingresar a este mágico texto para que terminemos este año leyendo más que nunca.
Por Antonio Chumbile. Biblioteca Mario Vargas Llosa
Se han escrito gran cantidad de libros sobre cómo incentivar la lectura en niños y jóvenes. Paradójicamente, muchos de estos textos no son muy gratos de leer debido a sus tecnicismos o por contener una escritura excesivamente fría o académica. Como una novela (Anagrama, 1993), del escritor francés Daniel Pennac (1944), es un texto híbrido que puede leerse como un ensayo, testimonio, manual y, efectivamente, como una novela. En cualquier caso, el lector se llevará una grata experiencia de lectura y varias ideas prácticas y novedosas sobre cómo contagiar a otras personas el amor por los libros.
El texto se encuentra dividido en pequeñas secciones que hacen más ágil la lectura. Desde sus primeras páginas, el autor nos traslada a una de las escenas más comunes y difíciles de la familia: un padre intentando hacer leer a su hijo adolescente. Como en muchos casos, el padre obliga al menor a encerrarse en su cuarto para terminar de leer un libro que le dejaron en la escuela. A partir de este conflicto, Pennac se dirige al lector como si también fuese un padre de familia y le recuerda cuando se leían cuentos a los niños antes de dormir. Pennac destaca este hecho como un ritual donde el libro, el niño y los padres son cómplices de un auténtico acto de lectura. A diferencia del adolescente, aquí el niño pedía más y más libros. El autor lo resume en esta frase “¡Qué pedagogos éramos cuando no estábamos preocupados por la pedagogía!”(p. 19).
A través de la narración de varias escenas cotidianas (una discusión familiar, programas de televisión, un salón de clases), Pennac demuestra que, en los últimos años, el acto de la lectura se ha elevado como un mandato y se ha ido imponiendo de diversos modos sobre el estudiante. Es casi unánime ver la lectura como un ‘problema’ mientras se olvida que primero apareció en nosotros como un acto de placer: “Por inhibida que sea, cualquier lectura está presidida por el placer de leer; y, por su misma naturaleza -este goce de alquimista-, el placer de leer no teme a la imagen, ni siquiera a la televisiva, aun cuando se presente bajo forma de avalancha diaria.” (p. 41) ¿Qué ha ocurrido entonces?
Pennac señala que la pérdida del afecto por la lectura se debe justamente a una “herida de amor” (48). Si bien existen varias razones externas que disminuyen la cantidad de lectores, Como una novela se centra solo en aquellas que están más cercanas al lector: el hogar y la escuela. Primero, se desautoriza el típico castigo que aplican los padres al dejar sin televisión al niño que no lee o no “comprende” lo que lee. Pennac enfatiza: “Sí… la televisión elevada a la dignidad de recompensa… y, como corolario, la lectura rebajada al papel de tarea… Esta ocurrencia es nuestra…” (p. 50).
Más adelante, haciendo uso de un tono coloquial e íntimo, Pennac desarrolla una de las ideas principales del libro: dejar de presentar la lectura como una obligación. Se debe recuperar la idea de placer y ofrecer la oportunidad de disfrutarlo libremente. En el caso de los niños, se puede mantener la magia volviendo a la lectura de cuentos antes de dormir. Esta actividad íntima debe estar libre de toda presión por saber qué comprendió el niño. Pennac propone el puro placer de conocer la historia. Este disfrute será el motor para el desarrollo de otras capacidades. Cuando el niño desee ser dueño de este placer, él mismo buscará los medios para hacerlo suyo: leerá una línea, un párrafo, algunas páginas y, finalmente, un libro. Así llegará el momento en que diga “¡Esta noche leo yo!”. Pennac agrega: “Y si queremos darle un último gusto, bastará con que nos durmamos mientras nos lee.” (p. 57) En este momento, cuando el niño sienta que ha ganado al leer, estaremos ganando todos.
En el caso del fomento de la lectura en los jóvenes, así como en el amor, primero se debe recuperar la confianza. El aula puede transformarse en ese cuarto donde nuestros padres nos contaban historias antes de dormir. Para contagiarnos de esta idea, Pennac vuelve a utilizar escenas cotidianas: una pareja de profesores. Al final de ésta, la esposa le dirá al docente: “Tienes que hacerte la idea, cariño: el culto al libro depende de la tradición oral. Y tú eres su gran sacerdote.” (p. 74). En efecto, la imagen más alentadora en un aula es la de un profesor compartiendo en voz alta su libro preferido. Para que los jóvenes amen la lectura, deben ser testigos de ese amor en otras personas.
Este retorno a la tradición oral también conserva algunas reglas de antaño. Por ejemplo, si algún estudiante se duerme, no hay problema, es parte de la tradición. Al despertarse, puede volver a la historia. Por otra parte, hay que respetar el derecho al silencio. Exigir resultados de una lectura muchas veces juega en contra del lector. Para algunos es muy difícil adaptarse a los cuestionarios respecto a una novela que, muchas veces, solo busca contar una historia. El estudiante que no se adapta a responder o comentar sobre los textos, “se cree inmediatamente un paria de la lectura. Se imagina que leer es en sí es un acto elitista, y se priva de libros durante toda su vida por no haber sabido hablar de ellos cuando se le pedía.” (p.132) Tanto jóvenes como adultos, muchas veces no pueden explicar los cambios profundos que les deja un libro. Incluso en los círculos intelectuales, este vicio por el ‘comentario’ puede reducir la novela a una herramienta de la vanidad. Aquí es donde Pennac nos presenta uno de los primeros derechos del lector: el derecho a callarse.
En otros capítulos, Pennac resuelve hábilmente el típico problema de las personas que dicen no contar con tiempo para leer. Volviendo a usar metáforas de la vida cotidiana, afirma: “¿Quién tiene tiempo de estar enamorado? ¿Se ha visto alguna vez, sin embargo, que un enamorado no encontrara tiempo para amar?”. Y concluye: “La lectura no depende de la organización del tiempo social, es, como el amor, una manera de ser.” (p.121). Bajo esta idea, y haciendo algunas cuentas sobre el tiempo, se puede fácilmente hacer perder a los adolescentes su miedo a los libros voluminosos.
Finalmente, a modo de conclusión y manifiesto, Pennac nos comparte “Los derechos imprescriptibles del lector.” Al liberar la lectura de ser una imposición y retomarla como placer y ritual, el lector puede hacer uso de muchas más libertades. Podemos encontrar, por ejemplo, el derecho a saltearse páginas, a no terminar un libro, a releer, a leer cualquier cosa, a hojear y hasta el derecho a callarnos. Cada derecho se encuentra explicado y ejemplificado. Así como en el buen amor, la idea es recuperar la lectura como un acto íntimo y libre de presiones; de este modo se hará más perenne en nuestras vidas.
El libro Como una novela forma parte de nuestra Colección Pedagógica José María Arguedas en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana y la pueden consultar gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.