Este sábado 09 de mayo, el Club de Lectura de la Casa de la Literatura dedicará una sesión virtual a un clásico de la literatura latinoamericana y universal: Pedro Páramo (1955), del mexicano Juan Rulfo (1917-1986).
Por Antonio Chumbile, Biblioteca Mario Vargas Llosa
En un mundo sobrecargado de palabras, ruidos e imágenes que buscan a cualquier costa atraer y atrapar nuestros sentidos, el silencio parece un bien cada vez más escaso. Relacionado al vacío, la ausencia, a lo inexplicable e incluso a la muerte, el silencio en el mundo moderno pareciera ser considerado más como una debilidad o un problema. Sin embargo, no siempre fue así. La tradición oral que tanto abunda entre miles de pueblos de Latinoamérica se ha enriquecido no solo gracias al poder de la palabra hablada o cantada sino también a través del sutil manejo de la palabra no dicha o apenas susurrada. Bien se dice que no existirían los mitos ni la música sino fuera por el sabio manejo que alguna vez ejercimos sobre el silencio.
El escritor, guionista y fotógrafo mexicano Juan Rulfo (1917-1986) conoció muy bien los distintos efectos del silencio en su obra narrativa y en su propia vida. Huérfano de padre a los siete años y de madre cuatro años después, Rulfo conoció de cerca el impacto de la muerte, la soledad y la orfandad durante gran parte de su niñez y adolescencia. Estos temas perduraron en su imaginario hasta plasmarse en dos libros breves que bastarían para colocarlo entre lo mejor de la literatura universal del siglo XX: los cuentos de El llano en llamas (1953) y la novela corta Pedro Páramo (1955). Ambos libros toman mano de la tradición oral mexicana, pero es principalmente en su única novela donde Juan Rulfo le otorga un lugar excepcional a los sonidos y a los silencios del lenguaje, hasta el punto de hacer perdurar en el lector la sensación de no haber leído una historia completa sino de haberse enterado de ella parcialmente a través de diálogos incompletos, rumores y susurros. No es casualidad que uno de los títulos pensados para Pedro Páramo haya sido “Los murmullos”.
En la novela, Juan Preciado llega a Comala, un pequeño pueblo asediado por el desierto, para cumplir una promesa: encontrar a su padre, el cacique Pedro Páramo. A medida que Juan Preciado va internándose en el poblado irá notando, junto al lector, que los habitantes de Comala no están vivos sino más bien son ánimas en pena que, muy lejos de descansar o irse al “más allá”, se encuentran deambulando y hablándole como si para ellos el tiempo se hubiera detenido justo entre la vida y la muerte. De este modo, Comala se va develando como un pueblo repleto de fantasmas cuyas historias (cargadas de violencia, soledad y desengaños) terminarán atrapando a Juan Preciado hasta convertirlo en uno de ellos.
Narrada magistralmente a través de fragmentos muy breves que no siguen un orden cronológico lineal ni responden a una sola voz narrativa, Pedro Páramo consigue sugestionar al lector hasta el punto de que en una primera lectura puede costarnos mucho diferenciar entre el pasado y el presente, lo real y lo imaginario, o el mundo de los vivos y los muertos. Esta fragmentación no solo responde a las innovaciones técnicas que Juan Rulfo supo sumar a la novela latinoamericana sino también a la propia atmósfera creada en Comala: las voces y los murmullos van y vienen, incluso bajo la tierra, como queriendo ser escuchados, y son interrumpidos o apagados para luego volver a aparecer. El silencio, las voces y las historias se repiten constantemente como si Comala se tratara de uno de los círculos del infierno.
Hasta donde hemos podido describirla, Pedro Páramo parece contar con todos los elementos para satisfacer a cualquier amante de la literatura fantástica. Sin embargo, como todo gran clásico de la literatura latinoamericana, aborda con mucha profundidad y ambigüedad temas como la existencia, la identidad, la memoria colectiva, la religión, la pobreza, el problema de la tierra, entre otros. Sorprendentemente, esto es conseguido en pocas páginas haciendo uso de un lenguaje tan sencillo como intenso, tan popular como poético. Para muchos, se trata de un original lenguaje “rulfiano”. Estas múltiples cualidades le han valido ha Juan Rulfo la admiración de varios escritores en el mundo, algunos tan disímiles entre ellos como Jorge Luis Borges, José María Arguedas, Susan Sontag o los premios Nobel Gabriel García Márquez y Kenzaburō Ōe. De hecho, si bien Cien años de soledad se perfila como la novela latinoamericana más leída, Pedro Páramo, por su parte, podría tratarse de la más influyente del siglo XX.
Después de Pedro Páramo, Juan Rulfo no publicó otra novela, a pesar de la enorme presión de los lectores y del mercado editorial que el “boom” latinoamericano había logrado consolidar. Este silencio literario no hizo sino incrementar los mitos entorno a su vida y obra. Una prueba más de que el silencio no necesariamente es ausencia o vacío sino más bien un espacio abierto que nos permite contemplar mejor la belleza.
El libro Pedro Páramo de Juan Rulfo forma parte de nuestra Colección de Literatura Latinoamericana en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana. Los invitamos a releerla para participar en la sesión virtual del Club de lectura que se dedicará a este libro el próximo sábado 09 de mayo a las 6:30 p.m.