La revaloración de narradoras peruanas —no precisamente canónicas— es aún una deuda pendiente. A continuación, presentamos un conjunto de historias que reúne más de treinta años de labor creadora de una intelectual arequipeña que requiere ser más leída: Teresa Ruiz Rosas.
Por Jean Paul Espinoza, Biblioteca Mario Vargas Llosa
La compilación de todos los cuentos de una escritora peruana siempre concita interés, básicamente, por dos motivos. Primero, porque no es un caso frecuente. De hecho, hasta inicios del 2017, y pese al admirable trabajo de varias narradoras en los siglos XIX y XX, solo se había editado los relatos completos de María Rosa Macedo (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2011), Clorinda Matto de Turner (San Marcos, 2015) y Pilar Dughi (Campo Letrado, 2017). Las obras reunidas de Carlota Carvallo, Laura Riesco (en su faceta de cuentista) o María Wiesse —por mencionar solamente a tres figuras resaltantes— esperan lamentablemente hasta el día de hoy una justa divulgación. El segundo motivo, acaso el más importante, se relaciona con la naturaleza misma de estas publicaciones: al juntar la producción cuentística de toda una trayectoria, se nos ofrece la posibilidad de adquirir una visión de conjunto y desarrollar una lectura orgánica. En otras palabras, se nos permite echar una mirada crítica a la transformación y vigencia de la escritura de una determinada creadora. Así, nos preguntaríamos, por ejemplo, cuáles fueron sus principales ejes temáticos abordados, o de qué modo su estilo ha ido modificándose; o, analizando un poco más, cuál es el elemento transversal en toda su propuesta estética.
Debido a estas razones, El color de los hechos: narrativa breve, 1986-2016 (Biblioteca Abraham Valdelomar, 2017), de Teresa Ruiz Rosas (Arequipa, 1956), es un gran aporte a la comunidad de lectores interesados en la literatura escrita por mujeres en el Perú. Después de mucho tiempo, uno puede —por fin— acceder a esas primeras ficciones que se publicaron en El desván (La Campana Catalina, 1989) y, además, leer aquellas que salieron a la luz años más tarde en diferentes medios (antologías, revistas, entre otros). Nada menos que treinta años de quehacer literario reunido en un volumen en el que, si bien se demuestra variedad de temas y motivos, es posible rastrear algunas constantes.
No cabe duda de que una cantidad considerable de las historias son protagonizadas por mujeres viajantes, reflexivas y nostálgicas. Desde diversas circunstancias, ellas emprenden el tránsito de espacios desconocidos que, entre desplazamientos y nuevas experiencias, activan la posibilidad del autodescubrimiento. “Jazmines en el pelo”, por ejemplo, presenta a una joven arequipeña residente en Barcelona. Si bien es cierto su estadía no es precisamente agradable ni cómoda, asistir a una celebración local la colma de una felicidad que creía extraviada. El Día de Sant Ponç, la festividad más popular dedicada a las hierbas medicinales en España, la transporta a los recuerdos de la infancia en su ciudad natal. La presencia de la naturaleza, las fragancias y los saberes ancestrales de las plantas le ayudan a experimentar una catarsis que la libera de numerosas ataduras y culpas. “El color de los hechos”, por su parte, explora también el leitmotiv del viaje pero desde un plano menos íntimo y más social. El cuento que presta el título al libro describe las vivencias de otra mujer arequipeña, pero esta vez en Alemania durante los años que se mantuvo en pie el Muro de Berlín. Las remembranzas a su pasado en Perú sirven de excusa para repensar los cambios políticos y sociales tan profundos que se llevaron a cabo en ambos países en las últimas décadas del siglo XX. Aun cuando se tratan de lugares tan alejados, sus meditaciones ponen de manifiesto que la violencia, la ruptura de los vínculos entre prójimos y compatriotas, y la crisis fueron puntos de contacto centrales en la historia de Perú y Alemania. Sin embargo, no todos los viajes se desarrollan fuera del territorio nacional. “La sal de la tierra”, que bien puede ser calificada como una breve road story, narra la travesía de una mujer y su pequeño hijo en el ferrocarril que los traslada de Puno a Cusco. Pertenecientes a una clase media alta urbana, los parajes que contemplan a través de las ventanas y las personas que conocen en el trayecto estimulan en ellos una sensación de deslumbramiento y sorpresa. En lugar de generar hostilidad o desconfianza, el contacto con un universo cultural distinto representa para ellos la oportunidad de entablar lazos con los otros. Por supuesto, el cuento no se sostiene sobre un equilibrio inacabable, y el conflicto se instala bajo la presencia del grupo subversivo Sendero Luminoso. El tren que los llevaba, pues, se ve amenazado por el terror y, durante un tiempo corto e intenso, la madre y el hijo temen por sus vidas. Afortunadamente, el suceso no pasa de ser solo un susto efímero y logran seguir con el viaje hacia Cusco. Hacia las líneas finales, sellan su comunión con el espacio y los lugareños en un festín caracterizado por la pluralidad de alimentos extraídos de la misma tierra. “La sal de la tierra”, entonces, nos enseña que los festines comunitarios proponen una forma de horizontalidad social que fortalecen los vínculos entre propios y extraños. Son, desde luego, prácticas culturales de integración muy inusuales en las ciudades céntricas, más identificadas con el individualismo y el comercio exacerbado.
Mención aparte merece “Dios te salve”, desde mi punto de vista, la pieza narrativa más lograda de la colección. Desde sus primeras líneas, se presenta una plegaria católica (el avemaría) que se ve bruscamente interrumpida por las expresiones racistas de una dama de clase alta. Así, el cuento se estructura sobre el contraste inquietante entre un discurso religioso (supuestamente piadoso y devoto) y uno racista (claramente despótico y ofensivo): “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres indio qué haces ahí parado, crees que no te veo de tu vientre Jesús indio inútil muévete y haz de una vez la comida que esta niña tiene que irse a su casa qué va a decir su mamá ruega por nosotros los pecadores” (p. 63). En un conversatorio en la Casa de la Literatura Peruana, Teresa Ruiz Rosas afirmó que se trata de una de las ficciones a la que más guarda afecto pues, al ser su primera publicación impresa, inauguró su carrera literaria. No obstante, su valía no solo se reduce a esa confesión personal. En realidad, “Dios te salve” destaca por conjugar cuatro virtudes notables: brevedad, contundencia, cuestionamiento y experimentación. En efecto, en tan solo tres carillas plantea una crítica aguda a las capas sociales más privilegiadas que, a un mismo tiempo que “profesan” la fe y la doctrina católica, incurren en actos de discriminación y violencia. Y, por si fuera poco, su escritura se basa en una transgresión radical con las normas de puntuación y sintaxis, de modo que se demuestra una voluntad por dotar al lenguaje de nuevas formas y posibilidades.
Para finalizar, restaría preguntarse por qué la obra de Teresa Ruiz Rosas no es tan popular en nuestros circuitos literarios. Alguien podría especular que la razón se hallaría en su lugar de origen, puesto que hace unos años atrás el centralismo limeño era, lastimosamente, más patente que hoy en día. Pero esta sospecha se diluiría de inmediato si tomamos en consideración que la autora viajó muy joven a países europeos y, desde ahí, publicó libros en editoriales de gran prestigio para Latinoamérica (Anagrama, por ejemplo). Además, en las últimas décadas sus novelas han sido difundidas por San Marcos y Random House, casa editoras muy activas en nuestro medio. Otra posible respuesta supondría que las temáticas de las que se ocupa no son muy atractivas para el público lector. Sin embargo, solo por poner un ejemplo, La mujer cambiada (San Marcos, 2008) se inserta en el corpus de narrativas sobre el conflicto armado interno, el tópico más comercial de nuestras letras en los últimos años. ¿Entonces? La respuesta es incierta. Esperemos que el reconocimiento no le llegue a tarde a quien es una de nuestras narradoras más relevantes del panorama literario peruano en la actualidad.
Los invitamos a consultar este libro en la Sala de Investigadores de la Biblioteca Mario Vargas Llosa de martes a viernes desde las 10:00 a.m. hasta las 7:00 p.m.