Para alcanzar la madurez literaria que Javier Heraud manifestó desde la publicación de su primer libro, su escritura tuvo que pasar por un proceso de aprendizaje y experimentación. Al heródico modo nos permite conocer parte de esta formación que el poeta emprendió entre los 12 y 17 años.
Por Antonio Chumbile, Biblioteca Mario Vargas Llosa
Desde la publicación de El río (1960) a los 18 años de edad, Javier Heraud (Lima, 1942 – Madre de Dios, 1963) manifestó una temprana madurez que no tardó mucho en ser reconocida por sus lectores. Lejos de presentarse sólo como el debut literario de un joven autor, este primer poemario terminaría por convertirse en uno de los libros más emblemáticos de la llamada Generación del 60. Esto resulta toda una proeza si tomamos en cuenta que en esta generación también destacaron autores como César Calvo, Luis Hernández, Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza. Además, por si fuera poco, el poema que le otorga el título al libro pasaría a convertirse en uno de los más difundidos de nuestra tradición literaria. A los 18 años, Javier Heraud ya estaba entre los grandes.
Sin embargo, a pesar de este primer gran salto, no podríamos afirmar que la composición de El río haya sido solo un hecho fortuito o producto de una feliz casualidad. Como lo podrán adivinar muchos lectores, el libro evidencia el talento de su autor pero también un arduo trabajo de formación literaria. Hablamos de un mínimo de 5 años en los cuales Javier se empeñó en construir y descubrir su propio estilo y su propia poética a través de un constante ejercicio de lectura y escritura. Ahora podemos conocer parte de estos años de formación gracias a la publicación de Al heródico modo. Ejercicios tempranos (1954-1959), editado por la Casa de la Literatura Peruana en diciembre del 2019, con la selección de textos y prólogo a cargo de Rodrigo Vera.
El libro Al heródico modo reúne más de 20 textos, en su mayoría inéditos, que Javier Heraud escribió durante su adolescencia entre los 12 y 17 años. Como puede suponerse, esta etapa suele implicar la efervescente búsqueda de una identidad propia. O, más precisamente, la búsqueda de una identidad poética. Como se señala en el prólogo, se trata de textos que evidencian el aprendizaje y el diálogo del autor con otras voces mayores de la poesía. A través de la imitación, el parafraseo, el citado e incluso de la parodia, Heraud pone en práctica una suerte de gimnasio creativo donde muchos versos parecen oscilar, divertirse y al mismo tiempo pugnarse a emerger entre su naciente voz propia y el estilo de otros poetas como César Moro, Martín Adán o César Vallejo. De allí resulta adecuado el uso del término “ejercicios tempranos”: son los textos donde Heraud se ejercitó como ávido lector y creador.
Respecto a la prematura composición de estos escritos, como bien lo señala Rodrigo Vera, “es interesante observar tal precocidad en los procesos de búsqueda que emprende, más que en los resultados a los que llega.” (p. 9). De hecho, la distribución de los textos –varios de ellos agrupados por el propio Javier bajo determinados títulos- ayuda a diferenciar los distintos caminos por donde se realizó ésta búsqueda creativa. Por ejemplo, en la sección de los poemas escritos en 1957, podemos encontrar una intensa apropiación y diálogo con el lenguaje y el tono poético de César Vallejo. Versos como “Aunque sea huérfano de hermano, por Dios, / aunque pordiosee la blanda almohada de unos senos, / dejádmelo; / aunque os moleste su día que día, / grito a grito, gritando.” (p. 30) nos remiten por su estilo con el poema “La rueda del hambriento” del vate trujillano. Estas conexiones son frecuentes en la escritura del Javier Heraud adolescente y se hacen más evidentes cuando se trata de César Moro o Martín Adán. A este último poeta, Heraud compone una suerte de homenaje –y al mismo tiempo se ejercita- con unos sonetos escritos precisamente “al adánico modo” (p. 37). Y, efectivamente, esta sección no es nada parecida a la ya mencionada sobre Vallejo o a las siguientes donde se Heraud se explaya utilizando las propuestas del surrealismo (p. 43). A medida que avanza en cada sección, su escritura va invocando una mayor libertad: “El surrealismo me trae paz del espíritu, la congoja abierta, la destrucción de todo.” (p. 49). Parece que el pequeño Javier –digámoslo con cariño- disfrutaba disfrazarse con estos juegos camaleónicos al mismo tiempo que buscaba conscientemente sus propios colores en la poesía.
Leer Al heródico modo. Ejercicios tempranos (1954-1959) nos ofrece el privilegio de husmear en la “cocina literaria” de Javier Heraud antes de la publicación de su primer libro. Justamente, tomando algunas palabras del primer editor de El río, Javier Sologuren, podemos decir que Al heródico modo evidencia que la formación de un poeta no se produce en una sola línea recta sino más bien “en círculos concéntricos, a modo de impulsiones que se explayan…”. Así, el joven poeta deberá ir y venir constantemente, probar todos los caminos posibles de la lectura y la escritura hasta que algún día, quizá, pueda encontrarse… o perderse para siempre.
El libro Al heródico modo. Ejercicios tempranos (1954-1959) de Javier Heraud forma parte de nuestra Colección de Literatura Peruana y Publicaciones CASLIT. Se puede consultar gratuitamente en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana, de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.