El investigador Carlos Morales Falcón dictó una charla en la Casa de la Literatura en la que hizo una revisión de la imagen de Javier Heraud y la influencia que tuvo en otros poetas quienes prepararon poemas en homenaje tras su prematura muerte. Compartimos este texto, preparado por el propio autor, en el que nos hace un resumen de su charla.
Por Carlos Morales Falcón*
Han pasado 50 años de la muerte de Javier Heraud, joven poeta que perdió la vida en las acciones de las guerrilleras de la década de 1960. Sus restos reposaron 45 años en el cementerio Los pioneros de Madre de Dios hasta que, en el 2008, cumpliendo la voluntad de la familia, fueron trasladados al cementerio Jardines de la Paz de La Molina, donde actualmente reposa al lado de la tumba de su padre. En el lapso de esos 50 años, la imagen de Javier Heraud, su muerte, se ha ido reproduciendo en diversas manifestaciones artísticas. ¿Por qué nos sigue interpelando su muerte? ¿De qué forma repercutió su muerte a sus contemporáneos? Su fallecimiento instaló un conflicto en la conciencia de sus contemporáneos que lo sobrevivirán abrazando los mismos ideales. De ahí que la manera cómo los poetas retratan a los guerrilleros muertos en los poemas no será solo un recuerdo y responso de los hombres caídos (hombres que asumen con “actos” los ideales que muchos de ellos esgrimen con “palabras”, lo que será el centro conflictivo de muchos de estos poemas), sino que estos poemas revelarán también la imagen agónica de quien escribe, su horizonte ideológico, sus expectativas sobre un determinado proceso histórico y sobre el papel que le asignan a la poesía y a la labor del poeta como intelectual.
En ese sentido, es importante hacer un recuento sobre la vida de Javier Heraud para intentar una respuesta a las preguntas sobre su muerte. La muerte de Heraud tiene correspondencia con los planteamientos de Derrida y Kristeva, si tomamos en cuenta sus premoniciones de una vida intensa como la de los que saben que van a morir tempano y queman etapas rápidamente. Además es necesario tener en cuenta el contexto histórico en el que vivió el poeta, quien puso énfasis en el “imperativo por inmolarse” que rige la poesía de la Generación del 60, y el espíritu de las guerras del siglo XX, el de crear “un hombre nuevo” a través de una guerra final que acabará con todas las guerras. También debemos considerar el contexto poético de Heraud, a través de la mención a la polémica de “poetas puros y sociales”, y a la poesía de entonces en su vínculo popular, que implicaba en el poeta un oficio y una conducta frente a la realidad. Ahora quisiera también resaltar la “bibliografía básica” en torno a Javier Heraud, compuesta por nueve libros, entre los cuales figuran El río (1960), El viaje (1961), Recuerdo y presencia de Javier Heraud (1963), Vida y muerte de Javier Heraud (1989), entre otros. Estos materiales se pueden hallar en los catálogos de la Biblioteca Nacional del Perú.
Otro aspecto importante es la influencia que tuvo la muerte de Heraud en sus contemporáneos, tal es así que encontramos los poemas “Javier Heraud” de Gustavo Valcárcel; “Elegía en 1965” de Wáshington Delgado, y “Javier Heraud”, de Javier Sologuren. En ellos se retrata la imagen de los guerrilleros muertos. En el caso de Valcárcel situando la muerte de Heraud como emblema, símbolo instructivo, en el centro de la memoria colectiva, vida que se sobrepone a la muerte destinado a perpetuarse en la historia; la muerte como vida duradera similar al de los afiches revolucionarios que buscan también, no lo momentáneo, sino la creación de adeptos.
En el caso del poema de Wáshington Delgado, los guerrilleros no emergen de la muerte, no tienen posturas aceradas, ni hay clamor multitudinario, son solo cuerpos muertos en un paisaje donde se suceden las estaciones, porque, según el poema, el tiempo de la historia que dice progreso y lucha será devorado por los ciclos de la naturaleza que solo dicen muerte y destrucción. Sologuren asume la muerte de Heraud desde el recuerdo humano concreto, en una zona despojada de presencia, sin el “yo” y el “tú” que presupone una multitud escuchando, sino en un espacio donde gravita la sensación de soledad y de muerte sin atenuantes, donde solo persiste el temblor de la palabra y su reflejo espiritual, que es el concepto de poesía que insinúa el poema de Javier Sologuren.
Por todo lo antes mencionado, podemos concluir que Heraud es la imagen militante del poeta en el proceso de la revolución, con el concepto contrapuesto de tiempo histórico y la imagen de poesía depurada.
*Carlos Morales Falcón (Lima, 1980). Estudió el Doctorado en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y es candidato a Magíster en la misma casa de estudios. Se licenció en Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal con la tesis Poesía es historia: el resentimiento poético peruano (1964-1981). Parte de este trabajo obtuvo una Mención Honrosa en el concurso de ensayos de la Pontificia Universidad Católica del Perú en el 2009. Es investigador asociado del Instituto Raúl Porras Barrenechea de la UNMSM y colaborador de la revista Libros & Artes de la Biblioteca Nacional del Perú. Su primer libro, Recóndita armonía, fue publicado en el 2011 por la editorial Colmillo Blanco.