El 4 de diciembre se cumplieron 24 años de la muerte de Julio Ramón Ribeyro, uno de nuestro escritores más ilustres. En conmemoración a esa fecha se realizó un conversatorio, donde se departió sobre su labor como ensayista, cuentista y su vida.
Durante el conversatorio la catedrática uruguaya Bélen Vila presentó la ponencia Julio Ramón Ribeyro, crítico literario, donde reflexionó sobre la labor del este escritor como ensayista y su mirada hacia el trabajo de los críticos. También se detuvo en el libro de ensayo La caza sutil. Por su parte, la investigadora española Paloma Torres expuso la ponencia El reconocimiento en los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, donde analizó el final de los cuentos y la incertidumbre que dejan muchos de ellos en su cierre.
Además, se proyectaron dos videos: el cortometraje Suspiros, el cual es una adaptación del cuento Los merengues, de Julio Ramón Ribeyro. Este video fue elaborado por estudiantes de la Universidad de Piura. Y se presentó la entrevista que le realizó, en agosto de 1994, Eloy Jáuregui al escritor luego de ganar el Premio Juan Rulfo y pocos meses antes de su muerte.
Diálogo
La sesión terminó con una entrevista en vivo, donde el periodista Jorge Coaguila, principal investigador de la obra de Ribeyro en el Perú, le preguntó a Julio Ribeyro Cordero, hijo del destacado cuentista; por los recuerdos de su padre, su obra, la posible publicación de un libro con acuarelas inéditas de Julio Ramón Ribeyro, así como los esperados diarios inéditos. Compartimos algunos extractos de la entrevista.
Jorge Coaguila (JC): Julio nació en 1966, cuando Julio Ramón tenía entre 36 y 37 años. Ya había publicado Los gallinazos sin plumas, Cuentos de circunstancias, Crónicas de San Gabriel y Los geniecillos dominicales. Quería preguntarte primero: ¿cómo viste los primeros años el oficio de escritor de tu padre? Tú apareces en Prosas apátridas en varias ocasiones como el niño travieso, el niño que va creciendo. ¿Cómo viste el proceso de creación de los libros de tu padre?
Julio Ribeyro Cordero (JRC): Lo primero, desgraciadamente, no tuve ningún respeto por su proceso de escritura. Lo he dicho en alguna otra entrevista, no sé cómo podía escribir porque en algunas veces yo entraba con mis amigos a jugar en la sala, donde él estaba frente a su máquina de escribir. Nunca me pidió salir. Uno de niño no tiene consciencia si está interrumpiendo a su padre mientras escribe una obra maestra.
JC: Tu padre paralelamente al oficio de escritor se ganaba la vida como periodista. Cuando naciste trabajaba en la Agencia France Press y luego fue diplomático, ¿cómo compartió esas labores?¿Cómo las viste tú?
JRC: Yo creo que más que las profesiones —yo era muy joven y quizás lo estoy mezclando en mi memoria— diría que hay un antes y un después de la enfermedad. Antes de la enfermedad salía mucho. De esa época tengo un par de recuerdos, donde no duerme y va a trabajar por la mañana. Y después de la enfermedad, donde durante unos años tiene una disciplina determinada: va al trabajo por la mañana, hace un poco de ejercicio y vuelve caminando sea primavera, verano u otoño no importa el día o la temperatura.
JC: Mencionabas su enfermedad, Julio Ramón tuvo dos operaciones por cáncer, fumaba mucho, tú me has contado que en varias ocasiones despertaba en la madrugada y lo llevan a la clínica, porque parecía que podía acabar su mal, ¿cómo recuerdas esos momentos?
JRC: No lo quiero hacer demasiado dramático, porque el día a día vivíamos muy serenamente y felices. Cuando lo operaron la primera vez le quedaban seis meses de vida. Los 20 años que vivió fueron una bendición de cierta manera. Un milagro o mucha suerte, lo que sea. Lo que puedo decir alrededor de eso es que tuve suerte en la adolescencia porque él estaba mucho en casa. Entonces, se despertaba por la noche y yo llegaba por la noche. Nos poníamos a conversar, de cierta manera coincidíamos.
JC: Nos puedes referir en qué casas vivió Julio Ramón
JRC: Hay una primera que no recuerdo. Tenía dos habitaciones, era muy pequeña, porque cuando se casaron mis padres tenían muy poco dinero. Place Falguière es el segundo departamento. Ahí es donde se enferma. En esa casa estuvieron muchos escritores algunas veces ebrios, muchos artistas peruanos, sudamericanos. Hubo momentos donde se podían reunir escritores por la noche y cada uno leía lo suyo. Son muy bonitos recuerdos de niño. Esto fue cuando tenía trece o catorce años. Después vivimos en el Barrio VII en un departamento mucho más grande. En esa época trabajaba de diplomático y mi madre también trabajaba. Después nos fuimos a vivir al Barrio VIII cerca de los Campos Elíseos, al lado de un parque muy bonito.
JC: A Julio Ramón le encantaba el ajedrez, ¿qué puedes decir de esta afición?
JRC: Mi padre me enseñó a jugar ajedrez, entre otras cosas. Por supuesto que le gustaba, aunque siempre decía que nunca le podía ganar a Lucho Loayza. Lucho era mucho mejor que él. (Él) era un apasionado, no creo que era un gran jugador.
JC: En su diario personal menciona que viajaban mucho de vacaciones a Capri, ¿cómo recuerdas esos días fuera de París? También iban a España.
JRC: Es un poco complicado. Son cosas un poco personales. Hoy en día no me molesta hablar de eso. Yo tengo recuerdos de España y Francia desde muy pequeño. Mi padre era muy buen nadador y le gustaba mucho el mar. Había pasado toda su infancia en Lima, donde aprendió a nadar. Después siempre es lo mismo, viene la enfermedad y ya no puede ir al mar. A mí nunca me lo han dicho en realidad, que era por el cuerpo que tenía y las cicatrices. No podía ir a exhibirse en una playa en verano en Europa, porque en verano están llenas de gente. Eso nunca me lo dijeron, lo entendí muy tarde en realidad. Por eso él venía en febrero y marzo a Perú y ahí en medio de la familia en las playas desiertas del sur de Lima se podía exhibir sin vergüenza, sin miedo.
JC: En el diario personal, y un poco en la correspondencia, apareces tú. Aparte de vivir en París, pasaste una temporada en Londres, en Los Ángeles, puedes contarnos un poco de tu trayectoria, ¿cómo asumió Julio Ramón, cuando le dijiste que querías estudiar dirección de fotografía de cine?
JRC: Mi padre me llevaba al cine de barrio, que ahora ya no existen. Es una pena. Mucha de mi afición por el cine viene de esos momentos que pasamos viendo películas viejas en estos cines. Él nunca tuvo un deseo particular para mí. Yo podía estudiar lo que quería. Él hubiera aceptado que sea abogado o médico. El cine le gustaba, así que no tenía mayor problema con que me dedique a eso. Ahora, al momento de escoger la escuela de cine, él me dijo: “hay una escuela en Cuba”. Y, por supuesto, mi madre se opuso y me mandó a Londres.
JC: Ahora estás en Lima, algunos se preguntan: ¿a qué te dedicas? Podrías mencionarnos tus proyectos, sé que estás trabajando ahora mismo vienes de estar en un film…
JRC: Sí, estoy preparando una película que he coescrito, es sobre el Perú y se llama Servicio completo. Es una película sobre el destino de una mujer. Me gustaría dirigirla. Estoy haciendo (también) la dirección de fotografía de una película cristiana. Es algo que hago por primera vez. No me permito juzgar. Ellos me han contactado y (estoy en eso) hasta fin de año.
JC: Después de la enfermedad y las operaciones, Julio Ramón no dejó el cigarrillo. Tu madre me contó que lo quería tanto que no le impedía que continuara con este vicio, porque en cualquier momento podía fallecer, y no quería que dejara algo que le gustaba. ¿Cómo ves la relación de tu padre con el cigarrillo?
JRC: Él era bastante libre de hacer lo que quería antes o después de la enfermedad. Bebía vino, no de manera excesiva. Un tiempo le gustaba beber una copa de Burdeo, abrilarla cada día y fumar. Para ser sincero no lo recuerdo como un fumador compulsivo. Recuerdo que fumaba con frecuencia, pero no recuerdo que fumara dos o tres cajetillas por día. Quizás me equivoco, pero no lo recuerdo así.
JC: A tu padre le encantaba el fútbol, ¿recuerdas haber ido con él a un estadio? Él era seguidor de Universitario en Lima y en Francia hinchaba por el Olympique de Marsella…
JRC: Sí, en Francia estaba con la selección de Francia. Extrañamente no siendo francés, seguía con mucha afición a Francia y desgraciadamente solo tuvo decepciones, porque en el 82 y 86 eliminaron a Francia en el Mundial. Con mi padre tuve la suerte de ir por primera vez al Parc des Princes, el Parque de los Príncipes, que era el estadio nacional francés. Vimos a Perú ganarle 2 a 1 a Francia.
JC: Otro personaje muy importante era el profesor (Wolfgang) Luchting, el crítico literario alemán, traductor de la obra de tu padre. Hace poco se publicó una serie de cartas de Julio Ramón a Luchting muy interesantes y vemos una relación de larga data. En esta serie de cartas observamos también que Luchting visitaba con frecuencia el departamento de tu padre, se quedaba a veces a dormir en el sofá cuando pasaba por París
JRC: Te voy a ser sincero, no recuerdo a Luchting. Recuerdo más que mi padre se quejaba de él porque era muy crítico y se mandaban al diablo con frecuencia. Yo creo que era una de las pocas personas que podían sacarle el mal carácter, pero es todo lo que recuerdo.
JC: Los lectores de Julio Ramón desean ver la publicación del diario personal y te lo han dicho varias veces. Los diarios personales publicados abarcan solo hasta la década del 70. Los dos primeros volúmenes van acompañados de fotografías, que el propio autor entregó y autorizó. El tercer volumen salió póstumo, aunque sin fotografías, ¿cómo ves la publicación del diario personal, La tentación del fracaso?¿Las editoriales lo han pedido?¿Cómo ha quedado ese proyecto?
JRC: Está todavía como proyecto. A mí me gustaría, pero es un ideal sacar ese libro, por lo menos una parte. La parte que sea posible podría publicarse el próximo año, que se cumplen los 25 años de su muerte. A mí me gusta mucho el diario, no sé si a otras personas, a mí me parece que entre lo que ha escrito es lo mejor junto a sus cuentos. El problema es editarlo —no se puede publicar todo por cantidad, por calidad— y corregirlo… es una palabra muy fuerte. No corriges a un autor así. Él se corregía. Antes de publicar un libro lo volvía a leer y corregía. Ahora no está y alguien tiene que hacer ese trabajo. Yo obviamente no me siento en la capacidad de hacer ese trabajo, quizás podría decir que sí o que no a algunas páginas, pero alguien tiene que entrar en este trabajo muy elemental y tratar de sacar unos tomos póstumos. A la manera que le hubiera gustado al autor, es lo mínimo que se puede hacer.
JC: Los diarios para conocimiento de los lectores se conservan en un banco de Francia, ¿verdad?
JRC: Sí, hay eso. También hay algunos que tengo que recuperar. Están mayormente en Francia. A ver, será una sorpresa. Además, hay que decir algo: en los diarios hay partes de las ‘prosas apátridas’. No se si van de ‘prosas apátridas’ a los diarios o lo contrario.
JC: De prosas a los diarios…
JC: ¿Qué relación llevan los herederos con las editoriales? La editorial Seix Barral tienen los derechos de La palabra del mudo, La tentación del fracaso y de Prosas apátridas. El esfuerzo de Revuelta Editores ha permitido que salgan ediciones peruanas de Cambio de Guardia, La caza sutil, el Teatro completo, Los dichos de Luder, ¿qué nos podrías decir?
JRC: Ahora mismo están disponibles todos los libros de mi padre. Absolutamente todos. Por supuesto, los más importantes con las grandes editoras y los otros que no son menos importantes, que pueden ser sus novelas, La caza sutil, que a mí me gusta mucho, el teatro y Los dichos de Luder con editoriales más pequeñas. He insistido porque pienso que (a él) le hubiese gustado que sea de esa manera. Él no solo publicaba por dinero. Realmente he querido dar una oportunidad a editoriales más pequeñas para que tengan derechos de sus libros.
Preguntas del público
Pregunta 1: ¿Era disciplinado?¿Corregía?¿Era maniático? ¿Le leía sus textos a sus amigos, a su mujer, a usted? Y alguna vez le pasó que se sentaba a escribir un cuento y le salía una novela…
JRC: Escribía todos los días sí, obviamente, esa disciplina siempre la tuvo. Ahora la disciplina de hacer una novela muy larga nunca la tuvo. No tenía esa paciencia, no tenía ni siquiera ese deseo. Yo lo recuerdo escribiendo todos los días. Tuvo momentos en los que se quejaba que no podía escribir, en mi adolescencia tuvo momentos así, un poco difíciles, porque no conseguía escribir mucho.
Por supuesto, mandaba sus textos. Luchting era uno de sus críticos más duros, pero también le pedía leer a Alfredo (Bryce), a Lucho Loayza también, a mí, a mi madre. A mí, cuando el cuento estaba acabado, porque le parecía que me podía gustar.
Pregunta 2: Leí en una entrevista que le hicieron en el diario El Comercio, sino me equivoco, que cuando Julio Ramón terminaba de escribir un cuento y le parecía muy bueno, antes incluso de publicarlo, cuando ya lo tenía redondo, se lo leía a usted, ¿podría contarnos la emoción que sentía usted? Sobre todo el de Silvio en el rosedal…
JRC: Sí, extrañamente no sé por qué es el cuento que recuerdo más. Recuerdo la lectura de ese cuento, pero ni siquiera recuerdo dónde fue. Me lo leyó muy bien, porque me quedé muy impactado y después lo volví a leer. En la segunda parte de su vida me acuerdo que se produjo una experiencia un poco diferente, contraria, porque me leyó un cuento y no me gustó o me dejó indiferente, pero es que antes ya me había leído otras cosas tan buenas que me esperaba siempre una obra maestra.
Jorge Coaguila: Tú has anunciado para el próximo año la publicación de unas acuarelas con pequeños textos de Julio Ramón, ¿cómo va ese proyecto?
JRC: Ese proyecto se va a hacer. Se está avanzando. Es un libro de dibujos con texto, con pequeñas frases que son muy típicas de él. Son muy divertidas. No se me ocurrió a mí ese libro, pero se le ocurrió a alguien que conozco y me pareció una gran idea. Al final hemos ido recuperando dibujos de todas las épocas, que son bastante buenos.
Pregunta 3: Respecto a una biografía de Julio Ramón Ribeyro, de pronto el próximo año que se cumplen las bodas de plata de su fallecimiento, ¿se va a publicar una biografía que todos los lectores estamos esperando? Después de la última publicación de Un hombre flaco, que nos dejó con ganas de conocer algo más. Fue muy corta esa biografía de (Daniel) Titinger…
JRC: Yo no he leído Un hombre flaco, la biografía a la cual se refiere. Me molesta hablar de ella, porque lo poco que sé es que hay muchas cosas inexactas. Entonces hablar de una biografía con elementos que no han sido corroborados, no sé si es el término exacto para este libro. Más que eso no puedo decir. No lo he leído.
Jorge Coaguila: Quería aprovechar sobre la consulta que hizo el amigo. Que yo preparo una biografía. Julio, te lo he conversado varias veces, y espero publicarla en julio del próximo año en Revuelta (editores), veremos qué resulta.
Jorge Coaguila: En la casa hablaban castellano…
JRC: Sí, siempre he hablado castellano con palabras francesas, por ese motivo no hablo tan bien el castellano. (En casa) también podíamos hablar francés con mi madre de vez en cuando, con mi padre jamás.
Pregunta 4: ¿Cuál es el cuento de Julio Ramón Ribeyro que más le gusta?
JRC: Silvio (en El Rosedal) me gustó mucho; Mar afuera es uno muy poco conocido, pero que me encanta; La juventud en la otra ribera, El marqués y los gavilanes. Hay muchos que me gustan. Últimamente hay uno que no me gustaba y ahora me gusta mucho, aunque si lo leen no sé si lo entiendan bien. Ese cuento es Surf, que es como un testimonio, un mensaje de Dios. Es una cosa rarísima que sea su último cuento y que el personaje sea un escritor que desaparezca. No se sabe, ¿se muere?, ¿no se muere?, ¿se va en el mar?
Jorge Coaguila: Una consulta acerca de la casa museo. Hay una casa museo Ricardo Palma en Lima, hay la de Mario Vargas Llosa en Arequipa, me han preguntado en varias ocasiones si en alguna oportunidad se va a construir o se va a hacer una casa museo de Ribeyro, y, ¿dónde quedaría?
JRC: Sí, tendría que ser la iniciativa de alguien. Yo no lo podría hacer, no sabría por dónde empezar. No sé si son las instituciones o alguien que lo organice. Me gustaría (que se haga). No estaría en contra, regalaríamos todas las cosas que podamos para esa casa museo. ¿Dónde tendría que estar? Obviamente en Lima.
Jorge Coaguila: Para ello hay que recordar que Julio Ramón Ribeyro pasó los últimos años de su vida en Barranco, los últimos cuatro años. Ahí precisamente estás instalado tú. Es un dúplex, ¿cómo describes ese ambiente donde estuvo Julio Ramón? Cuando Alida, tu madre, vio este lugar dijo: “Julio has comprado una vista”
JRC: Porque es una vista. El departamento no es muy amplio, pero lo divertido es que también te da una visión de cómo funciona la mente de un escritor, porque Surf, lo escribe desde su oficina, desde ahí se ven a los surfistas de (la playa) Barranquito. En ese caso lo que hizo fue que seguramente salir muchas veces y pensar: “se me va a ocurrir una historia”. Quizás él quiso practicar surf. Nunca lo hizo, pero el personaje del cuento lo hace, muy mayor practica surf.
Jorge Coaguila: He visitado la casa de tu padre en París, él estaba rodeado de libros, ¿cómo describes la biblioteca de tu padre?
JRC: La biblioteca de mi padre tenía muchos libros leídos y no leídos. Le gustaba comprar colecciones. Entonces hay muchas colecciones de escritores. No sé cuán organizada estaba su biblioteca, porque solo él sabía dónde estaban los libros. Cuando falleció tuvimos que organizarla por títulos, por autores o por lenguas. En el día cotidiano —lo que puedo decir— es que era una biblioteca para releer sobre todo. Llegada a cierta edad no compraba tantos libros. Al final más bien releía cosas. Abría los clásicos para releerlos. Si ves los libros de mi padre —incluso libros muy caros— todos tienen notas, todos están escritos, con frases subrayadas o párrafos enteros, o algunas palabras. Un universitario quiso hacer el trabajo de catalogar todo eso, pero a los 20 libros se dio cuenta que era totalmente imposible porque sería un trabajo de años.
Pregunta 5: Recordabas hace un rato el partido Perú-Francia en el Parque de los Príncipes con triunfo peruano 2-1, ¿podrías ampliar un poquito sobre esa vivencia? ¿Qué recuerdas?
JRC: No sé cómo llegamos al estadio. Mi padre siempre fue un inmigrante en Francia a pesar de haber vivido ahí más de 30 años. Siempre estuvo muy pegado a Perú. Ese partido era una oportunidad única de ver Francia-Perú. En todos los años que hemos vivimos en Francia hemos visto muchos partidos por televisión, pero nunca fuimos al estadio. Ir a ese partido fue un esfuerzo, porque estaba jugando Perú.
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