El escritor, investigador y catedrático de Brown University en Estados Unidos, Julio Ortega, visitó la exposición El sol lila. Constelaciones poéticas de Luis Hernández y recordó al poeta de la avenida 6 de Agosto. “Estoy bastante conmovido viendo esta muestra sobre Lucho Hernández, gran poeta joven para siempre”, comenta.
Julio Ortega fue amigo de Luis Hernández, a quien conoció en 1961 en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde estudiaron juntos algunos cursos. “Lo frecuenté como amigo, lector y crítico de su obra hasta poco antes de su muerte”, indica.
El catedrático de Brown University fue uno de los primeros en escribir sobre la obra de Luis Hernández y lo hizo en su columna del diario La Tribuna, donde reseñó el poemario Las orillas (1961). “La poesía de Lucho Hernández era parte de la lengua de la época, de una entonación nueva en la dicción poética peruana de ese momento, que más bien era social, política, comprometida”, precisa.
“La voz de Lucho era más bien intimista, vinculada a la poesía del 27 español, que era su favorita. Era una poesía de imágenes, pero al mismo tiempo autobiográfica, en claves, celebratoria”, apunta. “Su lenguaje es un lenguaje del instante, de la contemplación y gozo de las cosas, un lenguaje inmediato, que tiene una oralidad interna, es como un monólogo delicadamente celebratorio, sin énfasis, pero con gozo”, añade.
Generación del 60
Julio Ortega al igual que Luis Hernández está considerado dentro de la generación poética del 60. En esa década creó la revista Ciempiés, donde Hernández publicó la traducción al español de la Oda Nocturna de Paul Celan. “Un poema bastante alegórico y fluido. No he visto una mejor traducción que la de Lucho”, recuerda. “Tenía esa facilidad con las lenguas. Leía en inglés, francés, alemán, es una cosa extraordinaria que nadie hacía”, agrega.
El escritor destacó algunas características de la poesía de Luis Hernández en su generación. “Él tenía una música propia. Casi todos buscaban un lenguaje propio y algunos lo consiguieron como obviamente Toño Cisneros y Javier Heraud. Lo mismo pasa con Hernández, que logra ser distintivo, único y personal en el control del lenguaje poético”, apunta.
Julio Ortega expresó su visión sobre la relación entre los poetas de la generación 60. “Era competitiva, deportivamente competitiva. Todos éramos amigos, pero todos querían ser mejor poeta que el otro, como es natural”, explica.
Recuerdo
Ortega, quien está próximo a culminar sus memorias llamadas La comedia literaria, compartió un recuerdo de la faceta juvenil de Luis Hernández.
“Una vez en mi casa, en una reunión de poetas, aparece Lucho, tarde, exaltado y en otro mundo. En la casa estaba Carlos Germán Belli, entonces, Lucho le dedica una excesiva atención a Carlos Germán, que es un hombre muy formal y tímido. Y empezó a ocurrir una cosa muy chaplinesca: Belli estaba en retirada y Lucho en avanzada con su admiración por el poeta y el poeta no sabía cómo procesar esa admiración excesiva. Fue muy divertido hasta que Lucho se dio cuenta que el diálogo era imposible e hizo una cosa teatral e infantil: se puso rígido y cayó de espaldas hacia atrás de un solo golpe que estremeció y alarmó a todos, porque era un golpe muy fuerte, pero claro, concentró toda la atención en él. Después de eso se despidió y se fue. Yo desde la ventana de mi piso lo veo que se va por la calle haciendo footing, deportivamente, así era Lucho, muy teatral”.