Durante los martes de julio y agosto, la Biblioteca Mario Vargas Llosa desarrolló los conversatorios Identidad y pertenencia. Imágenes de la nación en la poesía peruana como parte del ciclo Lecturas Peruanas en Casa.
Este ciclo se propuso explorar un conjunto de poemas que se ubican en un espacio conflictivo que oscila entre el sentido de pertenencia y la sensación de una crisis de identidad. De esa manera, a través de la literatura, se buscó generar una serie de reflexiones para aportar a la construcción de nuestra ciudadanía en el Bicentenario.
Presentamos, a continuación, los poemas comentados cada semana:
Primera sesión
“Liquidación nacional” de Abraham Valdelomar, “El Perú” de Manuel González Prada y “Mi patria y mi bandera” de Federico Barreto.
Liquidación nacional
Abraham Valdelomar
Como hace falta dinero
según es caso notorio
y lo sabe el Perú entero
por boca del Provisorio,
atendiendo a que es preciso
lograrlo a cualquier modo
se resuelve sin aviso,
señores, venderlo todo.
Al contado más violento,
y ni en letras a la vista,
se vende con gran descuento
todo lo que sigue en lista:
Entre objetos que no narro
por no ir hasta el detallismo,
van la higuera de Pizarro
y el esqueleto del mismo,
el balcón de Huaura, donde
San Martín mirar solía
cómo aparece y se esconde
el Astro Rey cada día;
la historiada y reformada
Biblioteca Nacional;
el de madera tallada
coro de la Catedral;
del curioso Caquetá
algún bélico trofeo
que si en el museo está
se vende con el museo.
La madera de la obra
para del Ministerio
de Gobierno, donde sobra
para cualquier gatuperio;
y el Polígono de Tiro;
de la Cripta el marmolado;
y, siguiendo en ese giro,
la techumbre del Senado;
el reloj municipal,
de Palacio, algún balcón,
las baldosas del portal
y la india de Colón.
De algún muelle el privilegio
la isla San Lorenzo añado,
y en Guadalupe el colegio
más la imprenta del Estado.
Los submarinos que hoy día
navegan con marcha lenta,
sus boyas, su tubería,
y la penitenciaría
con pacto de retroventa.
¡Para hacer un negoción
la ocasión es colosal!
¡Jamás se verá otra igual!
¡Aprovechad la ocasión
de esta gran liquidación,
liquidación, nacional…
Obras, Tomo I y II, de Abraham Valdelomar. Edición de Luis Alberto Sánchez. Lima: Ediciones EDUBANCO, 1988.
El Perú
Manuel González Prada
Tercetinos
¡Abyección y pobredumbre!
Bajo el peso de la infamia,
Viene y va la muchedumbre.
¿Dónde aquí la noble idea?
En el fango de la charca
Todo se hunde o chapotea.
Falta en pechos juvenil
Vuelo de águilas; abundan
Reptaciones de reptiles.
Todo viejo, todo rancio;
El joven lleva en su frente
Las arrugas de Bizancio.
¿Dónde hallar grandioso anhelo
Si hasta en la sangre del niño
Hay las nieves del abuelo?
Busco luz, y busco en vano;
Aire quiero, y solo aspiro
Bocanadas de pantano.
Con el tedio en las entrañas,
Con las náuseas en la boca,
Vivo en cueva de alimañas.
Y si aquí rodó mi cuna,
Soy aquí tan extranjero
Como en Londres o en la Luna.
A mi pueblo y a mis gentes
¿Qué me liga, qué me enlaza?
Yo me siento de otro mundo,
Yo me siento de otra raza.
En Libertarias. París: Tipografía de Louis Bellenand et fils, 1938
Mi patria y mi bandera
Federico Barreto
Desde que vi la luz mi pecho anida
dos amores: mi patria y mi bandera.
Por mi patria, el Perú, ¡doy yo la vida!
Por mi patria, el alma ¡el alma entera!
Yo quiero que mi patria bien querida
vuelva a ser en América lo que era,
y que mi enseña, blanca y encendida,
flote muy alto ¡sea la primera!
¡Mi patria! ¡Mi bandera! Desde niño
fueron mi encanto, fueron mi cariño.
Ni la sangre que deja horribles huellas
ni el lodo, que es baldón, caigan sobre ellas.
Hay que evitar la afrenta sobre todo.
¿Lodo? ¡Eso nunca! ¡Sangre antes que lodo!
En Algo mío: versos escritos en Tacna. Lima: Tip. La Voce d’Italia, 1972.
Segunda sesión
“Los vientos del Perú” de Juan Parra del Riego, “Telúrica y magnética” de César Vallejo y “Perú, lágrima derramada” de Magda Portal.
Los vientos del Perú
Juan Parra del Riego
¡No hay nada en el mundo, ni el sol, ni la guerra
como los salvajes vientos de esta tierra!
Ni el acuchillado perfil de la sierra,
ni el rayo que vibra, ni el trueno que aterra,
ni el mismo relámpago que abre y se cierra
y el mar que en las playas se aferra…se aferra…
¡No hay nada en el mundo, ni el sol, ni la guerra
como los salvajes vientos de esta tierra!
Aires ululantes que agitan pañuelos
de polvo en la fuga de los grandes vuelos,
pero que más suaves que los terciopelos
cuando se entrechocan de vagos anhelos
parece que entonces bajó de los cielos
y en una locura de mil ritornelos
se fueran bailando sin pisar los suelos
la vertiginosa danza de los velos.
Tropicales ráfagas que yo rememoro
porque a sus cien rubias trompetas en coro
les debo este gesto con que nunca imploro,
con que nunca tiemblo, con que nunca lloro…
Tropicales ráfagas que yo rememoro
cuando en las llanuras donde muge el toro
y el caballo alegra su clarín sonoro
se iban dando vueltas como trompos de oro.
¡No hay nada en el mundo, ni el sol, ni la guerra
como los salvajes vientos de esta tierra!
Casuhiras del monte, saltantes felinos
que arañan y trepan los árboles finos
y jugando al juego de los remolinos
-¡Oh, azul borrachera de goces divinos!-
suenan en las ramas, cantan en los pinos
y se van rodando tras los campesinos
que en las tardes vuelven por esos caminos
donde la carretera de bueyes cansinos
parece que llora como los molinos.
Pamperos violentos que en las madrugadas
del campo entreabrían las puertas cerradas
como a una nerviosa lucha de estocadas,
yo aprendí en vosotros mis rudas tonadas
y el ir por el mundo como las cascadas:
a saltos, impulsos, carreteras aladas
y no sé que angustia de cumbres sagradas
que me hace ser todo velas desplegadas
para las más hondas rutas ignoradas.
Ciclones marinos que inician un viaje
Que nunca se para sobre el mar salvaje.
Y pifian la fusta de un loco carruaje
que es la desbocada visión del paisaje.
Rompen las estatuas que esculpe el oleaje,
atacan los buques como al abordaje.
Y como en Esquilo dicen un lenguaje
que es más la tragedia de un alma salvaje.
¡No hay nada en el mundo, ni el sol, ni la guerra
como los ciclones del mar de esta tierra!
Mascaichas dramáticos de los temporales
en las sensitivas mañanas rurales
-¡olor a aguas vírgenes, a las selvas y maizales!-
¡Oh, vertiginosos sátiros joviales
que a las campesinas de senos frutales
tirábanles locos los leves percales
como si quisieran, ebrios y sensuales
llevarles rápido hasta los trigales…
Yo aún no me he olvidado que vengo de aquellas
ciudades con cumbre viril de epopeyas
bajo el parral de oro que hay en las estrellas.
¡Si aun siento en mi sangre palpitar las huellas
de aquellas salvajes y dulces doncellas
que a los españoles –danzas y centellas-
por ver a Atahualpa morir junto a ellas
les decían suaves como las estrellas
qué cosas tan tristes…qué cosas tan bellas…
Vientos, vientos, vientos de mi tierra, leones
que el polvo enmelena con sus algodones,
vámonos frenéticos por las poblaciones
de esta vieja América con sus tradiciones
que hacen de las gentes siervos y bufones.
Y arrollantes, trágicos, rompamos canciones
Que agiten como émbolos a los corazones,
refresquen las almas y alcen las pasiones
en las rojas lanzas de otras rebeliones.
¡No hay nada en el mundo, ni el sol, ni la guerra
como los salvajes vientos de esta tierra!
En Antología peruana. Selecciones de escritores peruanos. Volumen quinto. Juan Parra del Riego (Homenaje al 50° aniversario del nacimiento del poeta) Lima: Antología peruana, 1944.
Telúrica y magnética
César Vallejo
¡Mecánica sincera y peruanísima
la del cerro colorado!
¡Suelo teórico y práctico!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mujidos,
las aguas con su sorda antigüedad!
¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios,
los oigo por los pies cómo se alejan,
los huelo retomar cuando la tierra
tropieza con la técnica del cielo!
¡Molécula exabrupto! ¡Atomo terso!
¡Oh campos humanos!
¡Solar y nutricia ausencia de la mar,
y sentimiento oceánico de todo!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos!
¡Oh campo intelectual de cordillera,
con religión, con campo, con patitos!
¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando páranse!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!
¡Vicuña, descendiente
nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!
¡Siega en época del dilatado molle,
del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!
¡Angeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!
(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente!
¡Familia de los líquenes,
especies en formación basáltica que yo
respeto
desde este modestísimo papel!
¡Cuatro operaciones, os sustraigo
para salvar al roble y hundirlo en buena ley!
¡Cuestas in infraganti!
¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
¡Estrellas matutinas si os aromo
quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
de un solo sombrerazo, mis diez templos!
¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!
¡Lluvia a base del mediodía,
bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
¡Rotación de tardes modernas
y finas madrugadas arqueológicas!
¡Indio después del hombre y antes de él!
¡Lo entiendo todo en dos flautas
y me doy a entender en una quena!
¡Y lo demás, me las pelan!…
En Obra poética, de César Vallejo. Lima: Peisa, 2004.
Perú lágrima derramada
Magda Portal
¿Por qué somos tan pobres tan sin pan
de venturas tan huérfanos de dichas?
¿Por qué alzamos las manos escuálidas al cielo
gris desvaído al cielo sin altura?
toda ambición se empequeñece y muere
caemos en la nada en el vacío para no levantarnos
Triste destino el del Perú llagado
por sus cuatro costados sólo recibe palos
y piedras que le tiran sus tiranos
todos hacen escarnio de sus penas
¿Por qué ha de ser verdad lo que dijo Bolívar?
¿por qué “casta de esclavos”?
y ¿por qué ha de ser cierto lo que dijera alguna vez
González Prada: “donde se pone el dedo brota pus”?
Agonizamos cada día en el ansia de verte resurgir
ave fénix de tus propias cenizas
cara a cara a tu andino horizonte al puro cielo
y al ancho mar
que rubrica tu costa norte a sur y le da su marina soledad
Su túnica de brumas sus médanos de arenas
y sus oasis de esperanzas
por allí van tus hijos los cholos de la costa
por ahí bajan ebrios de altura tus indios de la sierra
deambulan al azar anhelantes de anchura de nueva fe
de próvidos caminos que correr
de trampolines para alzarse al tamaño del hombre
por ahí va también el ludibrio
y la insensatez de los que esgrimen
sus porfiados venenos
su no ser ni pervivir
ni esperanzarse con el mañana
animoso y la mano tendida
la mano dadivosa
que devuelva la luz que la retenga
¡Perú de la leyenda
y del retorno!
[1986]
En Obra poética completa, de Magda Porta. Lima: Fondo de Cultura Económica, 2010.
Tercera sesión
“Todo esto es mi país” de Sebastián Salazar Bondy, “Patria tristísima” de Manuel Scorza y “Perú en alto” de Alejandro Romualdo.
Todo esto es mi país
Sebastián Salazar Bondy
Mi país, ahora lo comprendo, es amargo y dulce;
mi país es una intensa pasión, un triste piélago, un incansable manantial
de razas y mitos que fermentan;
mi país es un lecho de espinas, de caricias, de fieras,
de muchedumbres quejumbrosas y altas sobre heladas;
mi país es un corazón clavado a martillazos,
un bosque impenetrable donde la luz se precipita
desde las copas de los árboles y las montañas inertes;
mi país es una espuma, un aire, un torrente, un declive florido,
un jardín metálico, longevo, hirviente, que vibra
bajo soles eternos que densos nubarrones atormentan;
mi país es una fiesta de ebrios, un fragor de batalla, una guerra civil,
un silencioso páramo cuyos frutos son jugosos,
un banquete de hambres, un templo de ceremonias crueles,
un plato vacío tendido hacia la nada,
un parque con niños, con guitarras, con fuegos,
un crepúsculo infinito, una habitación abandonada, un angustiado grito,
un vado apacible en el cual se celebra la vida;
mi país es un sepulcro en medio de la primavera,
una extraña silueta que abruma con su brillo la soledad,
un anciano que camina lentamente, un ácido que horada los ojos,
un estrépito que apaga todas las músicas terrenales,
un alud de placeres, un relámpago destructor, un arrepentimiento sin culpa.
un sueño de oro, un despertar de cieno, una vigilia torva,
un día de pesar y otro de risa que la memoria confunde,
un tejido de lujo, una desnudez impúdica, una impaciente eternidad;
mi país es un recuerdo y una premonición, un pasado inexorable
y un porvenir de olas, resurrecciones, caídas y festines;
mi país es mi temor, tu ira, la voracidad de aquel,
la miseria del otro, la defección de muchos, la saciedad de unos cuantos,
las cadenas y la libertad, el horror y la esperanza, el infortunio y la victoria,
la sangre que fluye por las calles hasta chocar con el horizonte
y de ahí retorna como una resaca sin fin;
mi país es la mujer que amo y el amigo que abrazo tan sólo por amigo,
el extraño que te sorprende con su odio y el que te da la mano porque quiere;
mi país es la ventana a través de la cual miro la tarde,
la tarde que cae con sus ramos de melancolía en mi pecho,
y el agua matinal con que limpio mis pupilas de imágenes sucias,
el aire que respiro al salir de mi casa cada día,
y la gente que se precipita conmigo a los quehaceres sin sentido,
el trabajo, la fatiga, la enfermedad, la locura, el pensamiento,
la prisa, la desconfianza, el ocio, el café, los libros, las maldiciones;
mi país es la generosa mesa de mi casa y los rostros familiares
donde contemplo la marea incansable de mi dicha,
el cigarrillo que consumo como una fe que se renueva
y el perro cuya piel es cálida como su amistad; mi país son los mendigos y los ricos, el alcohol y la sed,
la aventura de existir y el orden en que elijo mis sacrificios;
mi país es cárcel, hospital, hotel, y almacén, hogar, arsenal;
mi país es hacienda, sembrío, cosecha;
mi país es escasez, sequía, inundación;
mi país es terremoto, lluvia, huracán;
mi país es vegetal, mineral, animal;
mi país es flexible, rígido, fluido:
mi país es líquido, sólido, inestable;
mi país es republicano, aristocrático, perpetuo;
mi país es una cuna, tumba, lecho nupcial;
mi país es indio, blanco, mestizo:
mi país es dorado, opaco, luminoso;
mi país es amable, hosco, indiferente;
mi país es azúcar, tungsteno, algodón;
mi país es plata, nieve, arena;
mi país es rudo, delicado, débil y vigoroso, angelical y demoníaco;
mi país es torpe y perfecto;
mi país es enorme y pequeño;
mi país es claro y oscuro;
mi país es cierto e ilusorio;
mi país es agresivo y pacífico;
mi país es campana,
mi país es torre,
mi país es isla,
mi país es arca,
mi país es luto,
mi país es escándalo,
mi país es desesperación,
es crisis, escuela, redención, ímpetu, crimen,
y lumbre, choque, cataclismo,
y llaga, renunciación, aurora,
y gloria, fracaso, olvido;
mi país es tuyo,
mi país es mío,
mi país es de todos,
mi país es de nadie, no nos pertenece, es nuestro, nos lo quitan,
tómalo, átalo, estréchalo contra tu pecho, clávatelo como un puñal,
que te devore, hazlo sufrir, castígalo y bésalo en la frente,
como a tu hijo, como a un padre, como a alguien cansado que acaba de nacer,
porque mi país es,
simple, pura e infinitamente es,
y el amor canta y llora, ahora lo comprendo, cuando ha alcanzado lo imposible.
En Sebastián Salazar Bondy. Homenaje 90 años. Lima: Vallejo & Co., 2015.
Patria tristísima
Manuel Scorza
¡Ay, Perú, patria tristísima!
¿Dónde vieron los poetas
pájaros transparentes?
Yo sólo veo dolor,
yo, únicamente amargas cocinas,
yo, puramente platos vacíos,
a mí solamente sálenme espinas,
sálenme lobos furiosos del pecho abierto.
¿Dónde no está la tiranía,
la frente arrasada, el pétalo impotente?
¡Hasta en las más tiernas frutas
siento carbones encendidos!
¡Ay, Perú, patria tristísima!
Si yo llamara al padre
y al padre padre hasta el padre más antiguo
y alrededor de mi voz reuniera
para que me mostraran la dicha,
toda la felicidad que aquí brilló
cabría en un pañuelo.
¡Ay, qué tristeza!
Cuando yo era niño,
veía al crepúsculo agitar sus crueles alas
y le huía por los campos,
sin saber que buscaba mi boca para gemir;
pero fui llenándome de cuervos,
mi vida fue cubriéndome de herrumbre,
fue invadiéndome en la noche:
ahora soy el dolor de mi tierra quebrada.
¡Ay, qué amarga dulzura!
Bella era mi juventud.
Yo cantaba: ahora estoy triste,
y es por ti, patria pobre,
por esos pueblos de una sola calle
por donde nunca caminó la dicha.
No me traigan alondras, ni manzanas.
No se puede apagar con saliva mi pueblo ardiendo,
no se puede pegar con palomas mi patria rota,
ni América en pedazos, mi amor, mi agonía.
En Las imprecaciones, de Manuel Scorza. Edición de homenaje. Lima: Grupo Editorial Arteidea, 2016.
Perú en alto
Alejandro Romualdo
Según mi modo de sentir el fuego
soy del amor, sencillamente ardiendo.
Según mi modo de sufrir el mundo
soy del Perú, sencillamente siendo.
Tierra de sol, marcada al negro vivo,
llorando sangre por los poros, sombra
a media luz del bien: a media noche
del día por venir ¡Yo estoy contigo!
Golpe, furia, Perú: ¡Todo es lo mismo!
Saber, a ciencia incierta, lo que somos,
buscando, a media luz, otro destino,
con todo el cielo encima de los hombros.
Por eso quiero alzarte, recibirte
con los besos abiertos,
junto a la luz,
ardiendo de alegría.
En “La función final. 9 poemas de Alejandro Romualdo”. Artículo publicado en la web Vallejoandcompany.com. Revisado 25 de agosto de 2021.
Cuarta sesión
“El bosque de los huesos” de Luis Hernández, “Palabra de guerrillero” de Javier Heraud y “Canto a mi Perú” de Nicomedes Santa Cruz.
El bosque de los huesos
Luis Hernández
Mi país no es Grecia,
Y yo (23) no sé si deba admirar
Un pasado glorioso
Que tampoco es pasado.
Mi país es pequeño y no se extiende
Más allá del andar de un cartero en cuatro días,
Y a buen tren.
Quizá sea que ahora yo aborrezca
Lo que oteo en las tardes: mi país
Que es la plaza de toros, los museos,
Jardineros sumisos y las viejas:
Sibilinas amantes de los pobres,
Muy proclives a hablar de cardenales
(Solteros eternos que hay en Roma),
Y jaurías doradas de marocas.
Mi país es letreros de cine: gladiadores,
Las farmacias de turno y tonsurados,
Un vestirse los Sábados de fiesta
Y familias decentes, con un hijo naval.
Abatido entre Lima y La Herradura
(El rincón Hawai a diez kilómetros
De la eterna ciudad de los burdeles),
Un crepúsculo de rouge cobra banderas,
Baptisterios barrocos y carcochas.
Como al paso senil del bienamado, ahora llueve
Una fronda de estiércol y confeti:
Solitarios son los actos del poeta
Como aquellos del amor y de la muerte.
En Vox horrísona, de Luis Hernández. Lima: Pesopluma, 2015.
Palabra de guerrillero
Javier Heraud
Porque mi patria es hermosa
como una espada en el aire,
y más grande ahora y aun
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo
con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar,
las montañas y los pájaros.
En Poesías completas y cartas, de Javier Heraud. Lima: Peisa, 1976
Canto a mi Perú
Nicomedes Santa Cruz
Yo tengo fe en el destino
de esta mi patria peruana
por la calidad humana
de mi hermano el campesino,
quien pese al duro camino
de escarnio y explotación
guarda intacto un corazón
de raza pujante y fuerte:
resurrecto a diaria muerte,
libre aún en la opresión.
Yo tengo fe y esperanza
en un futuro feliz,
y amo tanto a mi país
porque le tengo confianza.
Cuando el fiel de la balanza
se inclina al lado contrario
sé que es factor temporario
de una absurda economía.
Pronto no habrá tiranía
ni acaparamiento agrario…
Yo tengo fe en el futuro
porque el hombre de mañana
disfrutará vida sana
forjada el presente obscuro.
Marchará con pie seguro
por la confraternidad:
Su arma será la Verdad
su regocijo el Saber,
su compromiso el Deber,
su triunfo la Libertad…
Yo tengo fe en el Perú
que va hacia la integración
pues, sin discriminación
los hombres se hablan de “tú” …
Al mochica en Monsefú,
al quechua de Paucartambo,
al limeño de Malambo
y al shipibo de Loreto
los abraza con respeto
mi fraterno amor de zambo…
En Canto a mi Perú, de Nicomedes Santa Cruz. Lima: Librería Studium, 1966
Quinta sesión
“Perú” de Rosina Valcárcel y “Mi pueblo no es” de María Emilia Cornejo.
Perú
Rosina Valcárcel
Y no sabremos nunca, en esta vida, si la noche que entró,
por tu ventana es la misma mañana que entrará por la mía.
Calvo- Basagoitia
Las aves de paso nos largamos por la ventana
Si habitaras en Perú, explicaría la palabra exilio,
amor Señales como caos, pasión, fuego, soledad
Palabras sin borde ni apego
Sin patio verano maíz ni vicuñas
En el paraje remoto donde moran tus labios
Viento en popa / En Fiestas Patrias
César desfila en la Plaza Mayor
Gladys da una ojeada celeste
Erasmo lleva escarapela en su uniforme
Víctor Raúl y Joao prueban
mondonguito a la italiana
Kaku, salobre de sombras
Habla con Patricia
De la bella Amazonía
De los arbustos fecundos
De las revueltas campesinas y los cumpas
Y Diane envuelve a las orquídeas
Pero la patria se hunde
En los restos de un bello cuadro.
En Versos para colgar en la pared, de Rosina Valcárcel. Lima: Editorial Horizonte, 2016.
Mi pueblo no es
María Emilia Cornejo
mi pueblo no es
un mapa de veinticuatro colores
quiero decir
una selva verde
una costa blanca
una sierra ocre;
y digo
mi pueblo no es
un mendigo en su banco de oro
ni un paraíso perdido;
mi pueblo
mi pueblo sufre
y es
gente dividida en colores,
mendigos y explotadores.
En Soy la muchacha mala de la historia. Poemas de María Emilia Cornejo. Edición, selección y notas de Pedro Casusol. Lima: Paracaídas Editores, 2019.
Sexta sesión
“Edificio nacional” de Jorge Pimentel, “Si te quedas en mi país” de Enrique Verástegui y “Marcelino Carreño” de Tulio Mora.
Edificio nacional
Jorge Pimentel
Quién no controla los precios.
Quién cobra tan caro.
No existen listas de precios.
Con qué pagaremos
la casa, el pan, la luz, el agua.
Inventa algo y véndelo.
No tenemos dinero, a duras penas.
Quiero verte.
Estar contigo.
Qué va a ser de nosotras.
Los niños duermen.
Quién sino yo.
Quiero besarte.
Ayer logré vender un dedo.
Me pagarán.
Inventa algo y véndelo.
Roba.
Mata.
Si no pagamos se llevarán las camas.
Si no pagamos nos comerán las ratas.
Si no pagamos.
Si no comemos.
Si no vivimos.
Bésame en los ojos.
Bésame los labios.
Aprieta mis manos, duro, fuerte.
¡Ssshiii! Los niños van a despertarse.
Ayer se llevaron los muebles.
¡Desgraciados!
Tenemos que colocar más trampas.
¡Malditos!
Ahora será distinto.
Los niños no deben saber
que su padre es una máquina
de pensar,
de tocar,
de escupir,
y tú, una inmensa licuadora
que tarda gastada.
Nuestros hijos serán humanos.
No envenenen los alimentos.
No se terminen el agua.
Piensen en nosotros.
Por qué todo cuesta dinero.
Quién no controla los precios.
Quién cobra tan caro.
Por amor de Dios no sean malos.
No le hagan esto a mi familia.
Coloca más trampas.
No se saldrán con la suya.
¡Cobardes!
Piensen en nosotras.
Qué les hemos hecho.
No se ensañen.
No sean viles.
No sean mierdas.
¡Sshiii! Vas a despertar a los niños.
Mata más moscas mañana no comemos.
Mata lombrices mañana no comemos.
Mata araña mañana no comemos.
Mata a alguien pronto.
Nos estamos muriendo de hambre.
¡Papá, quiero comida!
Se han despertado los niños.
Misericordia, Señor.
Piedad para esta familia.
Las ratas nos escuchan.
Las oigo.
Ayer vinieron por los niños,
mordieron sus labios,
escupieron sus rostros.
No hagas bulla, pueden oírnos.
Trae los ataúdes.
Asómate.
Observa la calle.
Hay silencio.
Sonríe y cobra.
Inventa algo y cobra.
Muérdete la cara y cobra.
Aviéntate al piso y cobra.
Vuélvete invisible y cobra.
Da la mano y cobra.
Habla y cobra.
Mira y cobra.
Estornuda y cobra.
Bosteza y cobra.
Saluda y cobra.
Ráscate la cabeza y cobra,
y véndele esa imagen y cobra.
Patea y cobra.
Copula y cobra.
Mata y cobra.
Arrójate a las ruedas
de un camión y cobra
y véndele esa imagen y cobra.
Sé vivo.
Sé pendejo.
Inventa y cobra.
Vende el agua y cobra.
Vende el aire.
Di sí.
Di no.
Di lo que sea
y véndele esa imagen y cobra.
Después nosotros juntos.
Trae los ataúdes y
cobra cobra cobra
cobra cobra cobra
cobra cobra cobra
cobra cobra cobra
cobra cobra y cobra
Desde esta ventana.
Desde este hueco.
Desde mi corazón.
De Tromba de agosto, de Jorge Pimentel. Lima: Lluvia Editores, 1992.
Si te quedas en mi país
Enrique Verástegui
En mi país la poesía ladra
suda orina tiene sucias las axilas.
La poesía frecuenta los burdeles
escribe cantos silba danza mientras se mira
ociosamente en la toilette
y ha conocido el sabor dulzón del amor
en los parquecitos de crepé
bajo la luna
de los mostradores.
Pero en mi país hay quienes hablan con su botella de vino
sobre la pared azulada.
Y la poesía rueda contigo de la mano
por estos mismos lugares que no son lugares
para filmar una canción destrozada.
Y por la poesía en mi país
si no hablaste como esto
te obligan a salir
en mi país
no hay dónde ir
pero tienes que ir saliendo
como el acné en el cascarón rosado.
Y esto te urge más que una palabra perfecta.
En mi país la poesía te habla
como un labio inquietante al oído
te aleja de tu cuna culeca
te filma tu paisaje de Herodes
y la brisa remece tus sueños
bajo la luna
–la brisa helada de un ventilador.
Porque una lengua hablará por tu lengua.
y otra mano guiará a tu mano
si te quedas en mi país.
De En los extramuros del mundo, de Enrique Verástegui. Lima: Caja Negra, 2016.
Marcelino Carreño (¿ – 1824)
Tulio Mora
¿Ustedes han visto sobre las pampas de Quinua,
entre el cascajo y las secas tunas,
unos huesos demasiado sucios para ser reconocidos?
Me pertenecen. Están allí como la yesca inculta
con que los niños pintan los nombres sonoros
de mis héroes del Perú.
Dura es mi cama, como en vida, repetido mi ayuno.
Agreguen además las lluvias y los perros,
los huesos de los muertos más recientes de Ayacucho.
De nada sirve. Despliego las verdades
de mis gestas como un vendedor ambulante. Transpiro
el aire asociativo a las exudaciones gloriosas
(liberté égalité fraternité) para reñir
conmigo mismo. Como en vida. Como cuando salí
del Cusco para hacer la guerra que venía del sur
con San Martín y sus granaderos elegantes.
Y estuve en Chile pero no tuve tiempo de echarme
en sus viñedos. Mucha algarabía. Mucha ebriedad
independentista: O’Higgins, Miller, Cochrane habitan allí
bajo un sol hipertrofiado por sus reflejos metálicos.
A su lado no soy el enemigo, sino el aliado,
el que viene del montón, el montonero.
Y con Cochrane me embarco y no he visto playas más bellas
ni mar más calmo que en Paracas.
Contemplando el santuario de los animales
la armonía natural, esa afección rousseauniana,
se expende a precio módico en cualquier esquina:
cada quien trueca una nueva ley por un emblema,
un proyecto por un ícono, una constitución por un blasón.
Mucho discurso. Mucho liberalismo. Mucha mística.
San Martín agita una bandera que es besada
por las mismas masas que semanas atrás
pidieron con dolor al virrey La Serna.
Ya destacan en la avant-garde los ex marqueses
Riva Agüero, Torre Tagle y Berindoaga, con sus frases
de exaltado nacionalismo. Ya se hacen visibles
las insinuaciones monárquicas de Monteagudo
y la pluma persuasiva del ciudadano ministro
Hipólito Unanue, dueño de la plaza de Acho
y ensayista como pocos, que en el Mercurio Peruano
nos demuestra científicamente la débilité
fragilité inferiórité de los indios.
Los intelectuales orgánicos de una colonia en quiebra
son los intelectuales orgánicos
de una republiqueta en un tubo de ensayo.
Ya hay un estilo: es la «peruana blandura»:
coquetea, desprecia y olvida en un proceso sincrónico
en el que intervienen el serrucho, la franela
y la virtuosa caligrafía de la intriga.
Es un principio físico. Y yo lo descubro
desde mis campos de batalla donde son mis medallas
sarpullidos, sed intensa, heridas que brotan
como flores. En Cahuachi mis hombres agonizan
sobre la bosta humeante de las mulas.
En Copari, el crujir de sus huesos es como el frotar
de mil guijarros del lecho seco de un arroyo.
Son sus trajes puros remiendos, sus armas, la chatarra.
Sus nombres —Culluhuanca, Cairo, Terreros,
Mayta, Cascayanri, Cuyubamba, Huavique—
no aparecen entre las firmas del acta
de la independencia del Perú. Lo mismo da. Ya hemos sido
clasificados por el mismo veredicto:
indio, jetón, gavilán, bárbaro, ignorante.
Retórica insurgente. Pero no se confundan,
aún no somos el enemigo, sino el aliado, el que viene
del montón, el montonero. Además la guerra continúa.
San Martín se aleja encapotado en sus enigmas
(¿casta viudez a lo Machado?, ¿misoginia?)
y cede el escenario al libertador Bolívar.
Todo se desploma a su paso. Los ex marqueses
no se ponen de acuerdo hasta encontrarse en el bando
de los españoles (¿pero cuándo salieron de él?,
se pregunta el populorum). Tenemos a fuerza que creer
en la diáfana elocuencia del venezolano.
Y yo le envío alimentos en tiempos de escasez, guerreo
en los valles cusqueños, incendio Maranga, salvo
por un pelo en Ica, como alma que lleva el diablo
estoy en Tarma, organizo montoneras en Cerro de Pasco,
distribuyo espías en Apurímac. A estas alturas
mi cansancio no tiene dudas ni días de guardar.
Ellos, los Bolívar, Sucre, La Mar, Santa Cruz,
y todos los demás, ganaron sus guerras
y nosotros las heridas. Díganlo si no las batallas
de Junín y Ayacucho que me sacuden de pesadillas
y la muerte me vuelve a subir por las espuelas.
De Cementerio general, de Tulio Mora. Lima: Lumen, 2020
Séptima sesión
“Momentos estelares del Estado-nación Perú” de Mario Montalbetti, “Poema antipatriótico” de Montserrat Álvarez y “Esta masa triste y gris de arena…” de Roxana Crisólogo.
Momentos estelares del Estado-Nación Perú
Mario Montalbetti
I
¿en qué momento el Perú
es desde este momento
se jodió el Perú
es desde este momento libre
se jodió
el Perú es desde este momento se jodió
por la voluntad general e independiente es libre
ricas montañas?
II
el amor tiene algo del odio de dios
el amor siendo humano tiene algo del odio de dios
el odio de dios no es humano
el amor siendo humano tiene resaca y delito
el amor humano se empoza y se quema en la puerta del horno
como el odio de dios
como el odio ciego de dios
su luces su luces el sol
De Ocho cuartetas en contra del caballo de paso peruano, de Mario Montalbetti. Lima: 2008.
Poema antipatriótico
Montserrat Álvarez
que me hables de mi historia
y sólo a mí
abre el abismo entre eso llamado
en general “la patria”
y lo que es y se llama
la casa
o el hogar
porque eres el lugar de la memoria
en ti estoy en la casa de regreso
no son una unidad geopolítica
estas calles para mi transhumancia
que devuelven lo sido en las jornadas
de otras juventudes
que reintegran sombras luminosas
en concordia sin hiato
igual como si ayer nomás todo esto
o bien cabe decir
igual como si nada
no son mesa en la que yo me pose
como lo haría un vaso
un cenicero o una manzana
más bien lugar de lo recuperado
o mi paraje pues es esta Lima
paraje de mi enigma o región de fantasmas
que sólo veo yo
más lugar de mi adentro que un afuera
adentro en que mi nada deambula
en su peripatético pasado
en su presente absurdo y en todo mi no haber
sido nunca esto o aquello
nunca nada en concreto ni por definición
pero siempre aquí tanto o tan viviendo
en Lima
Lima tú misma eres
vámonos pues tú y yo a patear latas
que ya hemos muerto todos en el rioba
Lima tú misma eres
vámonos pues tú y yo a patear latas
que esta mi nada te hace único sitio
por mi espectro plural jamás deshabitado
aquí no hay vestigios
de reivindicación de cosa tal
como un “país” ni nada que concierna
a nadie más que a mí en absoluto
no es asunto de próceres cuestión de escarapelas
pleito de símbolos ni de ideologías
no os implica como “compatriotas”
no aspira a poseer ningún sentido
ni menos aún mensaje ni propósito A mí me friega la promiscuidad
Es entre yo y yo
A estas olas
para mí solamente les he dado
su estatura pareja a la que mido
Su alta estatura es la de mi palabra
Los fantasmas que llenan estas calles
no los ven ojos fuera de los míos
Todo esto lo he alzado para mí
Lo he encendido para darle esta voz
que sólo a mí me dice
no hay lugar aquí
para que patria alguna se entrometa
Nada se forja aquí
salvo lo que edifica
para habitar
para habitarse
un alma
De Panzer plastic, Montserrat Álvarez. Lima: 2008. Revisado en Espléndida iracundia: Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008, elaborada por Carlos López Degregori; Luis Fernando Chueca; José Güich Rodríguez; Alejandro Susti Gonzales.
Esta masa triste y gris de arena
Roxana Crisólogo
Esta masa triste y gris de arena
que hace de mi tono de voz
una sustancia demasiado áspera
para el gusto de los muchachos
de nada me ha servido explicarles
que las palabras asfixian
que dentro de mí no hay un hombre
con la manía de verlo todo desde el sentido contrario
Me toca a mí retocar los paisajes
esconder en los pétalos de refinados giros
una voluptuosa geografía
hermosas tierras
cumbres nevadas
y un anuncio de Pepsi
que me quitará la sed
Buses de turistas buscan la ciudad perdida
en perdidos sombreros
que los protegerán del sol
o de sí mismos
Me protegerán a mí de verlos
podré reptar junto a ellos
su dificultad color safari
buscando comida rápida
para salir rápido del desafío que significa llegar hasta aquí
sin derramar ni una sola gota de sudor?
Me tocará a mí
la guía
explicarles
un asterisco más en el mapa?
Les venderé una aventura
los jubilados me lo agradecerán
les ofreceré una tragedia
y los más jóvenes me pedirán más sangre
Este país
que disciplinadamente mutilo
y empacho de nubes de polvo
Este país
que me hace hablar de piedras sueltas
que ahora lanzan los que poco a poco van acercándose
con sus carteles a la plaza
Me bastará con explicarles que no se trata
de una enfermedad
sino simplemente de mi voz
aguardentosa
ardiente.
Tomado de la página web de la autora roxanacrisologo.org. Revisado el 25 de agosto de 2021.