César Vallejo y el Perú: la correspondencia del poeta en Europa

César VallejoEn el marco del Bicentenario de la Independencia del Perú y de la conmemoración del Día del Poeta Peruano, nos acercamos a la mirada de César Vallejo sobre su patria a través de su correspondencia.

 

¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
“Telúrica y magnética”

Por Ricardo Flores Sarmiento

La obra de César Vallejo (1892 – 1938) ha sido ampliamente estudiada tanto en su poesía, narrativa y ensayo, sin embargo, no se ha profundizado en su intercambio epistolar, de donde se desprenden diversas miradas del autor de Los heraldos negros. En sus cartas se puede conocer la preocupación por su familia, su interés político, su acercamiento a intelectuales de su época, tanto peruanos como extranjeros, así como las dificultades económicas y de salud que lo aquejan durante sus años en Europa. Dentro de las múltiples miradas, está una tema transversal y recurrente: el Perú.

La mirada de Vallejo al Perú se enfoca en su familia, la literatura, en su acontecer político y social, así como en la relación con intelectuales y artistas peruanos. Muchos de esos lazos, se forjaron en sus años en Lima, como el intercambio que tuvo con José María Eguren, quien elogió su poesía: “Sus versos me han parecido admirables por la riqueza musical e imaginativa y por la profundidad dolorosa” (Barranco, 15 de julio de 1917). Abraham Valdelomar también fue cercano a Vallejo e incluso este le encargó el prólogo para Los heraldos negros, que por motivos desconocidos no pudo escribir. La relación con intelectuales peruanos como los integrantes del Grupo Norte, José Carlos Mariátegui, entre otros, son lazos con el país durante su estancia en Europa.

La salida de César Vallejo del Perú no fue como en el caso de otros intelectuales peruanos que emigraron a Europa en busca de un nuevo horizonte cultural, sino respondió a la preocupación que sentía por el proceso judicial que lo llevó a estar preso 112 días y el cual aún se encontraba abierto. Arribó a París el 13 de julio de 1923 y no retornaría al Perú. Desde su llegada a Europa, traza amistad con el compositor Alfonso de Silva, quien le manifiesta su deseo de regresar a Perú. Vallejo reflexiona sobre esto en una carta al crítico literario Carlos Raigada, escrita en París el 15 de octubre 1923:

Van para tres meses que estoy en París. Vivo a diario y con toda fraternidad con Silva, que es lo único de grande que hasta ahora he hallado en Europa. Lo demás está, sin duda, aun tras de los telones que no he forzado todavía. Alfonso quiere irse al Perú. Encuentro muy bien que lo haga en el día. Aquí ya no tiene que hacer nada por ahora. Mi impresión es que hasta le haría daño una más larga permanencia en París. […] Europa es así: tiene sus tiempos en que puede dar y otros en que lo estruja a uno el espíritu y le despoja de lo que le dio y de algo más nuestro.

Durante los años que pasa en Europa, no deja de tener presente los sucesos en el país. Así se lo hace saber en una carta al diplomático Pablo Abril de Vivero con quien tiene un largo y estrecho intercambio epistolar. Gracias a este, se puede conocer gran parte del itinerario europeo del autor de Trilce. En la misiva, fechada el 6 de junio de 1924, menciona las tensiones diplomáticas entre Perú y Chile previos al Tratado de Lima. En la misiva, fechada el 6 de junio de 1924, menciona las tensiones diplomáticas entre Perú y Chile previos al Tratado de Lima.

Le supongo muy ocupado, pues he visto en El Sol algunas cartas de los Ministros de Chile y del Perú, discutiendo sobre el problema del Pacífico. Me imagino que usted tendrá que atender todas esas cosas. Es un inconveniente para los peruanos aquello de Tacna y Arica. ¿No le parece?

Se puede entenderse su relación con el Perú, también a través de trámites que gestiona para obtener una beca de estudios o ayudar a otros peruanos en Europa, tanto artistas como intelectuales. En la misma carta, también pide que ayude a Carlos Raigada para el regreso de Alfonso de Silva al Perú. “Sería bueno que usted y los demás amigos gestionen facilidades de viaje para él, sin pérdida de tiempo”. En otra ocasión, le escribe Pablo Abril de Vivero el 4 de agosto de 1924 si puede interceder para que le concedan una beca. “Acabo de saber que una de las becas para estudiantes peruanos en España, que mantiene el gobierno chapetón, ha quedado vacante […] Le ruego ver si es posible que esa beca me la concedan a mí, para terminar mis estudios de Jurisprudencia en Madrid”.

También a Abril de Vivero le hace conocer de sus padecimientos físicos. En octubre de 1924 fue hospitalizado producto de una hemorragia intestinal. Ese episodio lo impactó  e inmediatamente le escribe:  “Una facilidad infantil para las lágrimas me tiene saturado de una inmensa piedad por todas las cosas. A menudo me acuerdo de mi casa, de mis padres y cariños perdidos. Algún día podré morirme, en el transcurso de la azarosa vida que me ha tocado llevar, y entonces, como ahora, me veré sólo, huérfano de todo aliento familiar y hasta de todo amor. Pero mi suerte está echada. Estaba escrito. Soy fatalista. Creo que todo está escrito”.

Al encontrarse en esa situación, el diplomático Mariano H. Cornejo, solicita al gobierno peruano un pasaje de regreso a Perú para Vallejo. Sin embargo, este le pide a Abril de Vivero si puede solicitar que el pasaje le sea dado en dinero para mantenerse hasta que se le “conceda la beca en España”, la cual le sería otorgaría en 1925.  Durante esos años, se cuestiona fuertemente el mantenerse en Europa. Las dificultades para conseguir trabajo, el idioma y la soledad son constantes: “Cómo es posible que yo siga en París, contra viento y marea, que siga fuera del Perú, contra marea y viento, toda probabilidad de miseria queda descontada, y toda adversidad de la vida. No conozco los caminos que llevan a la comodidad y a la dicha; y nunca los he recorrido. Así, pues, todo está muy bien como está, y, sobre todo, como es”, le dice a Abril de Vivero, mientras esperaba los beneficios económicos.

Sin embargo, a París también llega el Perú. Vallejo establece contacto con intelectuales y políticos peruanos como Víctor Raúl Haya de la Torre, Carlos Quizpez-Asín, José Carlos Mariátegui, Antenor Orrego, quienes le permite evocar recuerdos de sus días en Lima. Ese contacto ha quedado marcado también en su correspondencia: “Tu carta me ha hurgado hondamente el alma. De veras: iYo he vivido mucho! En Lima, en Trujillo, en la miseria, en la embriaguez, en la orfandad, en la prisión, en duros trances siempre. Y siempre he tenido la suerte de que me auxilie y me acompañe algún espíritu fraternal, que, como el tuyo, me ha salvado a menudo de tal o cual crisis lamentable. Cuántos años hace ya, desde 1921. ¡Hace ya 5 años, nada menos!”, le escribe el 26 de abril de 1926 a Manuel Vázquez Díaz, integrante del Grupo Norte y militante del partido aprista.

Su mirada en Perú, no solo está en asuntos políticos, sino en sucesos en el país como la condena a José Santos Chocano por asesinato. “Me dicen que a Chocano le han condenado a 3 años de prisión. Ya decía yo que le condenarían a menos de 5 años, a raíz de las audiencias verbales”, le comenta a Pablo Abril el 6 de julio de 1926. Esta vinculación informativa se vuelve necesaria cada vez que inicia o participa de algún proyecto en revistas. Asimismo, él mantiene relación con los intelectuales peruanos y en los proyectos que participa.

“He recibido Amauta. Sigo con fraterna y fervorosa simpatía los trances y esfuerzos culturales de nuestra generación a cuya cabeza está usted y están otros espíritus sinceros como el suyo. En estos días enviaré a usted con todo cariño algún trabajo para Amauta, cuyo éxito y acción renovatriz en América celebro de corazón puesto que ella es, como usted me dice, “nuestro mensaje”. Creo que esta resonancia ha de crecer, contribuyendo así a densificar más y más la sana inspiración peruana de nuestra acción ante el continente y ante el mundo”, le escribe a José Carlos Mariátegui el 10 de diciembre de 1926.

La relación tensa y ambigua con el Perú, brota en algunas ocasiones, como cuando se entera de que Pablo Abril podría ser cambiado de cargo. “El vivir fuera de Lima constituye ya un éxito para nosotros. A todos los buenos no les es dable la dicha de vivir, aunque fuese muriéndose de hambre, lejos del mísero ambiente peruano. Usted, querido Pablo, lo sabe muy bien. Yo me convenzo de esto día a día más. ¡Si, por lo menos, pudiésemos quedarnos en Europa para toda la vida!”, le escribe el 11 de julio de 1927.

Deseo de regresar

A finales de 1927, le comenta a Abril que se siente frustrado por la falta de estabilidad y la continua crisis económica que vive durante los cinco años que lleva en París, pese al optimismo del diplomático en cuanto a su beca y la publicación de su novela.  “Por desgracia, atravieso actualmente por una aguda crisis de desconfianza en el éxito de todas mis gestiones. Existen motivos para esta desconfianza: el más fuerte está en los largos años de inútil y, quizás, hasta nocivo optimismo en que he vivido en Europa, atenido siempre a las vísperas eternas de un día mejor, que nunca ha llegado”, le escribe el 12 de septiembre de 1927.

En una carta a su hermano, Víctor Vallejo le reclama la falta de comunicación por parte de su familia y le comenta un futuro regreso, que, como sabemos, nunca se realizará. “Quizás el próximo año vaya al Perú por unos cuantos meses, para volver a París. En cuanto yo sepa aproximadamente la fecha precisa de mi viaje le avisaré sin pérdida de tiempo”, le escribe el 24 de septiembre de 1927. Estos anuncios vuelven en 1929, primero el 18 de junio, le dice a Víctor: “Muy posible es que este año regrese a América. Les avisaré la fecha de mi viaje”.  En octubre del mismo año le escribe a Néstor, otros de sus hermanos mayores, para decirle que viajará el año siguiente:

Es muy posible que el año entrante vuelva a Perú. Antes voy a publicar cuatro libros sobre temas y con orientaciones emanadas de mi experiencia y de mi vida transcurrida en siete años de ausencia de América. […]
He cambiado mucho: en lo moral, en conducta, en ideas y hasta físicamente. Gente que vienen del Perú me dicen que no soy ni sombra de lo que era allí.

En gran parte del 1928, su enlace con el Perú es el diplomático Abril de Vivero, a quien le cuenta la enfermedad que sufrió, así como sus tragedias económicas, la falta de celeridad del gobierno peruano para el enviarle el pasaje con el que quería salir de París, y el poco dinero que le producen sus colaboraciones en la revista Mundial tras un presunto robo de su apoderado. También le comparte sus aciertos al acceder a nuevos trabajos en diarios y revistas.  Con el dinero de su pasaje con el que podía volver al Perú decide viajar a Rusia en octubre de 1928, una experiencia que lo marcará hondamente.

“Pablo querido: en medio de convalecencia, me siento otra vez, y acaso más que nunca, atormentado por el problema de mi porvenir. Y es, precisamente, movido del deseo de resolverlo, que emprendo este viaje. Me doy cuenta de que mi rol en la vida no es éste ni aquél y que aún no he hallado mi camino. Quiero, pues, hallarlo. Quizás en Rusia lo halle, ya que en este otro lado del mundo donde hoy vivo, las cosas se mueven por resortes más o menos semejantes a las enmohecidas tuercas de América. En París no haré nunca nada. Quizás en Moscú me defienda mejor del porvenir”, le escribe el 19 de octubre de 1928.

La siguiente comunicación será para comentarle que va a regresar a París, después de un recorrido por Berlín y Varsovia, antes de llegar a Moscú. En 1929, encuentra una estabilidad económica producto de sus colaboraciones con El Comercio y la revista Mundo. Volverá a viajar a Rusia ese año, donde también aprovecha para conocer diversos países europeos y desde donde le envía postales a Pablo Abril de Vivero como a Aurelio Miró-Quesada Sosa, Juan Domingo Córdoba, Alcides Spelucín, Juan Larrea, a sus hermanos, entre otros.

Su deseo de regreso, durante 1929, parece constante y se lo hace saber a Pablo Abril de Vivero. “A veces se me ocurre regresar al Perú, a tal punto sigue incierta mi situación. Ya sabemos que lo de los periódicos no puede contarse como base para el pan cotidiano. Además, según me escriben, parece que la situación económica del Perú es lo más angustiosa. La mía, aquí tampoco es muy buena. Así, pues, me tiene usted como antes, al pie del muro”, le escribe el 23 de noviembre de 1929.

Durante la década del 1930, mantiene una cercana amistad y comunicación con el los poetas españoles Juan Larrea y Gerardo Diego, a quienes les comenta el deseo de retornar a su país: “Como le habrá escrito Larrea, pienso ir al Perú en breve y, quizá solo por pocas semanas”, le escribe el 3 de enero de 1930 en el marco de la edición española de su libro Trilce. En ese mes, también hace referencia a que estaba alejado de todo ámbito peruano y en general de Latinoamérica a Pablo Abril de Vivero. “Entre tanto, le envío una crónica para Bolívar. Ojalá “entre”. Con respecto a la página latinoamericana, carezco absolutamente de informes y noticias. No veo a nadie ahora. Ni leo nada de América. Necesito documentarme en noticias y, para esto, es necesario tiempo. Por otro lado, dígame qué clase de noticias deben ser: literarias y artísticas o sociales, políticas, etcétera. Será para el número próximo”, le escribe 22 de enero 1930.

Luego, con sus continuas colaboraciones en la revista Bolívar, dirigida por Pablo Abril de Vivero, su interés sobre el país se acrecienta. Esto lo comenta con el diplomático. “Cuénteme usted lo que sepa del Perú. Por lo que podemos saber aquí parece que la situación sigue como antes de la caída de Leguía. Es decir, que nada ha cambiado en el fondo, ni cambiará. Es una lástima.”, le dice el 7 de octubre de 1930. “Del Perú se sabe que ha caído la Junta Militar y que ha sido reemplazada por un gobierno civil, pero no vienen noticias confirmativas. ¿Será esto verdad? Yo, por mi parte, creo que todo es posible en las tierras calientes de América”, le escribe el 23 de noviembre de 1930.

En 1931, recibe la noticia de que ya no contarán con sus servicios en El Comercio y otra vez vuelve el deseo de regresar al Perú. “A mí me tiene usted obligado a seguir en Madrid por unos meses más. Tal vez vuelva a América para principios del año que viene”, le escribe al poeta Gerardo Diego el 20 de agosto de 1931. Durante los siguientes años se envuelve en la producción de su obra y sus enlaces para saber del Perú son, como siempre, Abril y Juan Larrea.

“Y (esto muy en serio) que, al fin, un día, se independice usted del Perú por el estómago, que sería ya formidable. Yo ando, por mi lado, bregando siempre por la dicha independencia, desafortunada sin resultado práctico. […] ¿Qué sabe usted de Lima?”, le escribe como parte de una lista de deseos para Abril de Vivero el 4 de febrero de 1934.

Con el poeta Juan Larrea mantiene una comunicación constante y en diversos momentos le pregunta por el Perú. Su interés es saber de su patria, ¿qué está pasando? “Del Perú, nada. ¿Y tú? ¿Qué te escriben sobre política? ¿Hay elecciones?”, le escribe el 25 de diciembre de 1935. “Yo sigo aquí marcando el paso. Nada nuevo ni viejo. Del Perú tampoco. Tú sabes que a mí no me escribe nadie. ¿Y tú? ¿Te han escrito los More? Ya ves que tengo que recurrir a ti para obtener noticias de mi tierra”, le dice el 31 de enero de 1936. “¿Nada de nuevo sabes del Perú? Me dicen que van a postergar las elecciones hasta el año próximo”, le reitera el 13 de marzo, el mismo año.

 

Más allá de las fronteras

Durante los años en Europa, César Vallejo cosechó la amistad y cercanía con diversos escritores como Rafael Alberti, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Gerardo Diego, entre otros. Además, mantuvo sus lazos con escritores peruanos como los hermanos García Calderón, Antenor Orrego y Alberto Sánchez. Si bien en el caso de los escritores extranjeros no en todos los casos hay correspondencia, sí hay diversas menciones. Esto permite ver la mirada cosmopolita de Vallejo.

Su interés por regresar al Perú, es constante, pero incierto. Vive años de persistente actividad política y creación poética. “En cuanto al mío [el viaje] a América, la cosa tarda. Hay que arreglar ciertas cosas previas, que son un poco complicadas. Ya te avisaré lo que se decida”, le escribe a Juan Larrea el 22 de enero de 1937. “Mi viaje a América duerme aún. Algunas cosas han sobrevenido últimamente, que lo complican y, en cierto modo, lo dificultan. La humanidad es terrible. Ya hablaremos de esto, si vienes por aquí. Lo cierto es que, en la sociedad en que vivimos, hay que andar como lobo entre los lobos, o si no, te devoran. Sólo que hay quienes, como yo, no pasan de pobres hombres”, le vuelve a comentar el 17 de febrero de 1937.

Ese mismo año, al parecer, su deseo de volver al Perú se ve más truncado por un desacuerdo. “Me olvidaba decirte que lo de Calderón fue para informarme de un telegrama de Lima sobre mí. Se me puso a escoger entre el Gobierno, con todo lo que yo deseara, y mis ideas. Naturalmente, opté por mis ideas. Resultado: ya no puedo, por ahora, volver al Perú. iQué te parece!”, escribe el 11 de junio de 1937.

 

El último Perú

La última carta sobre el Perú se la escribe a Luis Alberto Sánchez el 10 de enero de 1938. En ella le comenta sobre un proyecto junto a Alcides Spelucín y Antenor Orrego en contra de la dictadura de Óscar Benavides.

“Conforme a los deseos e instrucciones que acabo de recibir de Alcides (Spelucín) y de Antenor (Orrego), hemos iniciado aquí los trabajos encaminados al desarrollo de una enérgica campaña por las libertades en el Perú. Por de pronto hemos constituido un Comité especial, que va a dirigir de modo permanente esta campaña, Comité que está integrado por varias personalidades europeas cuyos nombres pesarán seguramente en el Perú. Al propio tiempo publicamos el primer número del boletín-versión española o de Paz y Democracia una denuncia contra la dictadura de Benavides, una breve exposición de las grandes corrientes de opinión democrática peruana, y, en fin, un llamamiento. Preparamos, asimismo, una serie de conferencias sobre el caso peruano, que serán sostenidas por algunos escritores y profesores franceses vinculados de una u otra manera con el Perú. Ojalá, en suma, que esta campaña contribuya en algo a poner fin a esta situación, o, por lo menos, a un parcial restablecimiento de las garantías”.

Tres meses después, el 15 de abril de 1938, fallecería. La última carta sobre el Perú es significativa, pues anhela un cambio para el país.

A través de su correspondencia, se puede conocer una mirada de la relación de César Vallejo con su patria. Sus reflexiones sobre el Perú se presentan como algo latente y transversal, algunas veces distantes y conflictivas; en otros casos bajo la forma de un anhelo o añoranza. Esto podría resumirse en un fragmento de la carta a su hermano Néstor del 27 de octubre de 1929. “He sufrido mucho. Pero al propio tiempo he aprendido aprovechando mucho mi dolor. Sin embargo o, mas bien dicho, en consecuencia me parece que debo volver a América a luchar y trabajar públicamente por mi país”. Un deseo que no pudo cumplir.