Publicación de la semana: “Ave Soul”, de Jorge Pimentel

Poemario de Jorge Pimentel fue reeditado en 2014. (Foto: Bereniz Tello/Casa de la Literatura)
Poemario de Jorge Pimentel fue reeditado en 2014. (Foto: Bereniz Tello/Casa de la Literatura)

 

El libro de la semana de la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima) es “Ave Soul”, del poeta horazeriano Jorge Pimentel.

 

Por Bruno Ysla Heredia, Biblioteca Mario Vargas Llosa

Este viernes 24 de junio se llevará a cabo la presentación del libro Hora Zero Infrarrealismo. La Última Vanguardia (Lancom, 2016) editado y compilado por el poeta Tulio Mora; también se realizará un recital en el que participarán las mayores figuras vivas del Movimiento Hora Zero: Jorge Pimentel y Enrique Verástegui (pilares iniciales del grupo junto al fallecido Juan Ramírez Ruíz), además de Eloy Jáuregui y Fernando Obregón, y el mismo Tulio Mora que formó parte del segunda etapa del movimiento.

Sin ánimo de menospreciar la obra de los muchos miembros del movimiento, podría decir que la conexión del Grupo peruano Hora Zero y el Grupo Mexicano Infrarrealista, ocurrió a través de la obra de Jorge Pimentel; Roberto Bolaño, escritor chileno quien fue el miembro más conocido del grupo mexicano, lo cuenta así en un texto incluido en la más reciente edición de

Ave Soul (Lustra, 2014), el segundo poemario de Jorge Pimentel:

“Fue la poeta Diana Bellesi quien me regaló Kenacort y Valium 10, el primer libro de Jorge Pimentel, hace ya muchos años, en 1971 o 1972, en México D.F. […] En 1974, después de una temporada en Chile y de haber vuelto a México, conocí a Mario Santiago. Él también había leído Kenacort (probablemente éramos los únicos en el D.F. que conocíamos la poesía de Pimentel) y uno de los territorios en donde se cimentó nuestra amistad fue en la lectura y la relectura de esa poesía convulsa y beligerante y en los caminos múltiples que se abrían a partir de ella y que Mario y yo discutíamos hasta que empezaba a amanecer en el D.F., unos amaneceres de absoluto privilegio. […] No siempre estábamos de acuerdo en todo. […] Pero en otros puntos nuestro acuerdo era completo, aunque difiriéramos en algunos detalles. Uno de esos puntos era Hora Zero y Pimentel, al que pronto se agregaría Ramírez Ruíz, a quien Mario leyó con mucho más cuidado que yo, y [Jorge] Nájar, [José] Cerna, Tulio Mora y [Enrique] Verástegui. En general, estábamos de acuerdo en que la joven poesía peruana era de lejos la mejor que se hacía en Latinoamérica en aquel momento, y cuando fundamos el infrarrealismo lo hicimos pensando no poco en Hora Zero, un grupo del cual nos sentíamos arte y parte. No sé cómo, un día Mario apareció con un ejemplar de Estos trece, la antología de [José Miguel] Oviedo, y otro día con En los extramuros del mundo, de Verástegui. La sorpresa mayor, sin embargo, fue cuando consiguió Ave Soul, de Pimentel.”

En el texto Ave Soul, 40 años después, incluído en la misma edición, Jorge Pimentel recuerda:
“El mismo día que partía mi barco de regreso a Perú, caminando por las Ramblas [Barcelona, España] conozco a un mexicano -quizá futuro infrarrealista- con el que hice buenas migas. Antes de despedimos, con medio cuerpo dentro del taxi que me llevaría al puerto, le regalo cuarenta ejemplares de Ave Soul para que los reparta entre sus amigos lectores de poesía. De esta manera el poemario llega, unos meses después, a las manos de Roberto Bolaño y Mario Santiago.”

Pimentel recuerda, en la entrevista concedida a Carlos Torres Rotondo y José Carlos Yrigoyen para el libro Poesía en rock, que algunos de los poemas del libro publicado originalmente en 1973, ya existían antes incluso del célebre duelo poético que tuvo con Antonio Cisneros en enero de 1972: “Me encontré con Chabuca Granda, quien me felicitó por mi performance, especialmente por un poema dedicado a mi padre que aparecería años después en Ave Soul. Ese poemario comencé a escribirlo en 1971. Gran parte de esos poemas los escribí en Lima y unos pocos los acabé en España. […] Estuve viviendo en Lavapiés, donde escribí un solo poema del libro. Otro lo trabajé en Alemania. El lamento por el Sargento de Aguas Verdes fue escrito en Lima. […] Yo estaba en el Palermo, eran las nueve; o diez de la mañana y no había nadie aparte de mí y los mozos. Era la hora en la que solo entraban mendigos, y llegó este hombre y me dijo: Señor, le saluda el Sargento de Aguas Verdes. Sonó muy bien y respondí: Si quiere le invito una cerveza. Se sentó y comenzó a contarme todo. Debo haber estado dos horas con él […] El pata se puso a llorar exactamente igual que en el poema. Nunca más lo volví a ver. […]Balada para un caballo lo escribí saliendo del Palermo a las dos o tres de la madrugada. Había sido una noche maravillosa. Oswaldo Reynoso presentó su libro El escarabajo y el hombre: hicieron una fogata en la calle y se incendió parte del Palermo, y todo estaba lleno de luz y de extintores […] a las tres de la mañana me voy, oe, chau, chau, chau; estaban regando la pista con agua, el amanecer se acercaba. […] Estaba caminando, la plaza la regaban con chorros de agua, Y en un momento, antes de llegar a la plaza San Martín sentí que era un caballo, que trotaba por la ciudad, me sentí con esa cadencia del caballo caminando, y había un contraluz entre el amanecer y la noche y yo relinchaba en medio de la ciudad, con mi crin en alto, carajo, y majestuoso […] Yo aún vivía en el garaje de mi casa y a eso de las ocho me levanté y comencé a escribir el poema de un solo tirón. […] Rimbaud en Polvos Azules también es de esa época. En la plaza San Francisco había un barcito, ahí lo escribí. Todos mis poemas nacen de visiones: yo me sentí Rimbaud con mis botines, mi saco, mi pelo largo, el bolsón de cuero que contenía la chata de ron, mis poemas, mis apuntes, mi libro en las manos, mientras me perdía por el campo ferial. A mí siempre me ha gustado caminar, caminaba por la ciudad de arriba abajo para conocer barrios nuevos o para encontrarme con la patota.”

Esta cotidianidad de la que habla Jorge Pimentel, es la que supo ver Roberto Bolaño y los infrarrealistas, como recuerda Bolaño: “Su lectura, de eso sí estoy seguro, fue una revelación superior a la que nos había causado Kenacort. En éste se esbozaban una serie de caminos hasta ese momento intransitados por los que debían internarse los valientes, si es que eran valientes. En Ave Soul el camino a través de lo desconocido estaba allí, en sus páginas, listo para ser leído por quien quisiera leerlo. Los poemas eran de una sencillez y de una energía desarmantes. Como si Pimentel hubiera descubierto una forma de escribir poesía que surgía directamente del Romancero, pero en donde era apreciable también una lectura a fondo de la vanguardia y de los grandes poetas de nuestra lengua, empezando por Darío y Martí, Huidobro, Neruda, Borges, Martín Adán (a quien supongo que Pimentel no aprecia) y sobre todo Vallejo. Pero también era discernible, por debajo de esas voces, otra voz mucho más profunda, también mucho más maleable, una voz capaz de encarnar una infinidad de voces, incluso voces antagónicas, y que era la voz de Walt Whitman, es decir la voz que marca la poesía de nuestro continente.”

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