Este 1 de enero se cumplieron 33 años del fallecimiento del poeta y ensayista Xavier Abril de Vivero (1905 – 1990). Recordamos su vida y obra en el siguiente artículo.
Los viajes modernos han de llevar a HOLLYWOOD
(a los Ángeles o a mi libro)
para ver la pura imagen del mundo,
la originaria imagen del mundo
Xavier Abril
Por Carlos Lavado Villanueva
Era el Año Nuevo de 1990 cuando en Montevideo (Uruguay) fallecía uno de los poetas más importantes de la vanguardia peruana: Xavier Abril. Poseedor de una voz de gran carga de rebeldía, vitalidad y libertad en sus primeros trabajos, fue piedra angular en la proliferación del surrealismo en las letras peruanas en las décadas de 1920 y 1930, tanto desde su producción poética como desde sus traducciones y ensayos. Sin embargo, con el pasar de los años, su figura ha quedado relegada a un segundo plano frente a nombres como los de César Moro y Emilio Adolfo Westphalen, ambos considerados como los máximos representantes del surrealismo en el Perú. En ese sentido, como menciona Carlos López Degregori (2010), Abril se ha situado dentro de la “oblicuidad”, en donde el autor “es una referencia y no una presencia; un eslabón en el proceso de una literatura, al que se le reconoce un valor, pero que es al mismo tiempo soslayado hasta casi desaparecer en el limbo de la no lectura” (p. 53). Por ello, en este breve artículo realizaremos un acercamiento a la primera fase poética de Abril, sobre todo de su primer poemario: Hollywood.
Abril y el surrealismo
Existe consenso en la crítica al considerar a Xavier Abril como el introductor del surrealismo en el Perú, debido a la inmediatez con la que interiorizó esta estética en su poesía, pues publicó sus primeros escritos en plena década del 20 en la mítica revista Amauta, bajo el mando de José Carlos Mariátegui. El Amauta fue un gran pilar para los poetas de vanguardia en nuestro país durante dicha época, pues aquellos encontraron en su revista un medio para difundir sus escritos e ideas. Poetas tan determinantes para la vanguardia y la literatura peruana en general como Abril, Carlos Oquendo de Amat, José María Eguren, Magda Portal, César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Martín Adán, entre otros, pasaron por sus filas. Pero, queda la pregunta: ¿Cómo Abril se acercó al movimiento surrealista tan tempranamente?
En primer lugar, destaca la suma inquietud del poeta por el viaje. El cosmopolitismo durante las primeras décadas del siglo XX era un factor determinante para cualquier poeta moderno, puesto que para expresar el arte poético en su totalidad no bastaba con hablar desde una particularidad específica, sino que había que ser un ciudadano del mundo. Por ello, no es extraño que Abril, en la cumbre de su juventud, comience su propio viaje alrededor del mundo en los años 20, que lo llevó a recorrer países europeos como España, Francia, Inglaterra, Bélgica, así como el continente africano y asiático y, de seguro, otros lugares más. Así, su vida se llenó de un frenesí de experiencias, que manifestó en sus primeros escritos y, con ello, instintivamente, seguir uno de los postulados más importantes de la vanguardia, sobre todo del surrealismo: unir la vida con el arte. Es en 1926 cuando da comienzo a su larga travesía y, apenas entrado en sus veinte años, se traslada a Madrid, donde es partícipe del gran auge cultural que vivía la capital española durante tal época. No obstante, el viaje más determinante para su primera faceta poética fue a París* —que en la primera mitad del siglo XX era la capital del arte indiscutiblemente— en 1927. Allí fue testigo de primera mano del desarrollo del movimiento surrealista al conocer a sus grandes figuras como Bretón, Eluard y Aragón.
Es de resaltar que el surrealismo como movimiento artístico se encontraba asentado en Francia y ganando más seguidores por toda Europa, pues el llamado Primer Manifiesto del Surrealismo, escrito por Andre Breton, vió la luz en 1924. Allí Breton sentó las bases de este movimiento que, entre sus aspectos más importantes, se encontraba la preferencia por una escritura automática que anulaba cualquier intervención de la razón lógica y, con ello, buscaba acceder al espacio del sueño, entendido no como un contrario de la realidad, sino como un complemento, creando así un nuevo estado: “Yo creo firmemente en la fusión futura de esos dos estados, aparentemente tan contradictorios: el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de superrealidad” (Bretón, 2001, p. 43). De esta forma, Bretón sentaba las bases del surrealismo en una libertad del poeta, tanto espiritual como artística.
De esta manera, Abril encuentra en el surrealismo la forma perfecta para expresar sus escritos y es, en un inicio, una relación de necesidad y complementariedad, como señalará el propio poeta en años posteriores: “La enfermedad del sueño completó mi técnica poética […] Las dimensiones que he ganado, solamente las puedo comparar a esas desconocidas de otras atmósferas angélicas” (Abril, 2006, p. 49). Es por ello que durante la década del 20 tomará la batuta de dicha estética en la literatura peruana y lo difundirá tanto desde la creación poética propiamente, estudios y traducciones de composiciones poéticas francesas. Gran parte de esta producción de Abril encontró su medio de publicación en la revista Amauta, donde colaboró con sus escritos de forma exhaustiva desde 1926 hasta 1930. Allí vieron la luz poemas como “Harrogate” (1928), “Poemas de Siberia” (1928), “Mosaico contemporáneo” (1929), “City Block” (1930), “Difícil trabajo” (1930), entre muchos más**. Todos ellos escritos bajo la inspiración surrealista. Inclusive el mismo André Breton realizó una valoración de la poesía de Abril en un breve estudio titulado “Sobre Xavier Abril”, que apareció en la revista Amauta en 1928; en este estudio reconoce la influencia del sueño en la poesía del poeta peruano, quien ya había realizado una exposición de algunos de sus textos en París en 1927, titulada Exposition de poèmes et designs, cuyos poemas fueron acompañados por dibujos realizados por el artista peruano Juan Devéscovi. Es por toda esta labor artística y literaria en la que se empeñó Abril durante la segunda mitad de la década del veinte e inicios del treinta para difundir la estética surrealista en la poesía de habla hispana, que lo lleva a afirmar, en una de sus sentencias más conocida, lo siguiente: “Yo he traído a la poesía sudamericana el surmenage, la taquicardia (1926), el temblor, el pathos, el «terror al espacio» (1927). Después de mis primeros ensayos y experimentos literarios (1923-25), hice un viaje a Europa. Asistí al debate del Surrealisme […] (Abril, 2006, p. 51).
Hollywood: la síntesis del viaje
De esta forma, luego de este viaje surrealista de Abril, que lo llevó a recorrer el mundo, crear, reflexionar, experimentar, en resumen, vivir, es que por fin el espacio poético que ha soñado toma forma concreta en su primer poemario: Hollywood. Salió a la luz en 1931, un año después de que Abril retornó a España, y fue publicado en Madrid bajo el sello editorial Ulises. El poemario reúne gran parte de sus poemas escritos entre 1923 y 1927, divididos en cuatro secciones: “Prosas para una dama de París” (1927), “Poemas turistas. América y Europa” (1926-1927), “Bulevar” (1926) y “Pequeña estética” (1923-1926). Como se observa, cada sección, si bien forman parte de un solo poemario y tienen la misma vena surrealista, pueden leerse de manera autónoma sin problemas debido a los contextos diferentes en que fueron escritos, los distintos escenarios de los poemas, y las diversas experiencias que ello conlleva, ya que, Hollywood es una especie de síntesis de todo el viaje realizado por Abril hasta ese entonces, en donde se empapó de un sinfín experiencias: “He visto cuanto se puede ver, y cuanto no se puede ver lo he visto. He gozado y he sufrido de cambios atmosféricos, de lunas aprisionadas en círculos de placer en camas de francesas, italianas, rusas, españolas y americanas” (Abril, 2006, p. 51). En esta confesión, se deja ver uno de los tópicos de su primer poemario: el erotismo. Ello se observa en el hecho de que varios de sus composiciones están protagonizadas por figuras femeninas ligadas al goce erótico como en “Eclipse de Lily”, “Josefina Baker”, “Ivette”, “Odette” y “Film contemporáneo”. Y es que uno de los postulados del surrealismo fue justamente el vivir el momento sin ninguna clase de intervención moral o racional, siendo el amor una forma más de expresión de la exuberancia e inmediatez de la vida: “El espíritu del que sueña se satisface ampliamente con cuanto le ocurre. El angustioso dilema de la posibilidad ya no se plantea. Mata, vuela más velozmente, ama todo lo que quieras […] Déjate llevar; los acontecimientos no admiten que los postergues” (Breton, 2001, p. 30).
Este vitalismo que profesaba el surrealismo también se manifiesta en las composiciones de Hollywood en la medida de que estas forman una especie de relatos de viaje, en donde el yo poético, mediante una voz que juega con la realidad aparente con su tinta onírica, narra sus vivencias —a la manera de alter ego de Abril— por diferentes partes del mundo como la amazonía sudamericana, el desierto de África, el Polo Norte, Jamaica, Bolivia, Francia, España, Londres y la lista es casi interminable. Es así que Hollywood se lee desde los ojos de un viajero, quien, con cámara en mano, se aventura por una infinidad de experiencias que busca captar con cada disparo de su cámara. En ese sentido, una de las influencias, que se hace evidente en el mismo título (Hollywood), es el cine, que, como lúcidamente asevera Carlos López Degregori (2010) : “genera un espacio análogo al del sueño que para Abril, consecuentemente con el surrealismo, es la vida verdadera” (p. 61). El cine, así, es el perfecto espacio artístico que se emparenta con el mundo del sueño que postulaba el surrealismo y que se ve manifestado en cada composición de Abril en Hollywood, por dicha razón: “la vida es igual al sueño, el sueño igual al film, y el film, por último, es igual a la escritura. la literatura se vuelve así un film de palabras en el que el yo, en un mágico desdoblamiento, se mira existir, recorrer el mundo, soñar, escribir e incluso morir” (López Degregori, 2010, p. 61). Entonces, la vida y el arte, el sueño y la realidad, la escritura y el cine, encuentran en Hollywood una de las experiencias más novedosas en la poesía vanguardista peruana de la década del treinta, con la que comienza una tradición surrealista que se ve reflejado en trabajos posteriores como La tortuga ecuestre (escrito en 1938 y publicado en 1957) de César Moro, y Las ínsulas extrañas (1933) y Abolición de la muerte (1935) de Emilio Adolfo Westphalen, como dos de los mayores representantes del surrealismo peruano. Sin embargo, es necesario recordar el camino trazado por Abril para que surjan nuevas posibilidades en la poesía peruana que, hasta entonces, presentaba sus primeros experimentos surrealistas en los libros 5 metros de poemas (1927) de Carlos Oquendo de Amat y La casa de cartón (1928) de Martín Adán, pero en los cuales se observa todavía un espíritu surrealista diluido y en formación, que logra solidificarse y encontrar su referente en la tradición poética peruana en Hollywood.
De esta manera, hemos querido recordar al gran poeta que fue Xavier Abril, viajero compulsivo, incansable catador de experiencias, irreverente, vanguardista a más no poder, pionero e impulsor inagotable del surrealismo en nuestro país en el momento álgido de la vanguardia, supo interiorizar como nadie esta estética en sus escritos, que, si bien se fue alejando del surrealismo en sus trabajos posteriores, su aporte inicial es imborrable, siendo Hollywood el punto de partida, así como un vívido testimonio de lo que significó ser un vanguardista en todos los sentidos.
* Vale recordar las penurias económicas que vivió Abril junto a César Vallejo durante su estancia en París, en donde entablaron una relación de gran amistad y admiración mutua a pesar del espíritu tan inquieto de Abril. Este fragmento de la vida de ambos poetas se puede encontrar en 114 cartas de César Vallejo a Pablo Abril de Vivero (1975), disponible en el catálogo de la Biblioteca Vargas Llosa para su lectura virtual.
**Todos estos poemas pueden ser leídos en la colección facsimilar completa de Amauta que se encuentra disponible en la Biblioteca Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana para el acceso de todo el público lector.
Bibliografía
Abril, X. (2006). Poesía soñada. Edición y estudio introductorio de Marco Martos Carrera. Fondo editorial UNMSM.
Breton, A. [1924] (2001). Manifiestos surrealistas. Traducción, prólogo y notas de Aldo Pellegrini. Argonauta.
López Degregori, C. (2010). Xavier Abril: la vida perfecta de la locura. En L. F. Chueca et. ál. (Col.), Umbrales y márgenes: el poema en prosa en el Perú contemporáneo (pp. 53-67). Fondo editorial Universidad de Lima.