Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, visitó las instalaciones de nuestra institución en el marco del Congreso Internacional “Las cartografías del poder en la obra de MVLL”. Además de dar las palabras inaugurales de este evento, el escritor recibió la primera distinción “Casa de la Literatura Peruana” y un “Cuaderno de autógrafas”, que contenía los saludos de nuestros visitantes.
Su visita se realizó el miércoles 15 de diciembre, al mediodía, y fue recibido con mucha alegría y emoción por los asistentes al congreso y por el público invitado.
A continuación reproducimos las palabras de agradecimiento e inauguración del mencionado congreso, que nos ofreció el Premio Nobel:
«Gracias por este magnífico recuerdo y también por haber organizado esta conferencia sobre mi obra en la que van a participar tantos críticos y estudiosos. Algunos de ellos grandes conocedores de mi trabajo literario, que han publicado agudos análisis, artículos, libros y muchas gracias también por el éxito que va teniendo esta institución dedicada a recordar a los poetas, novelistas, dramaturgos, ensayistas, que han ido creando ese otro Perú. No el Perú de los historiadores, sociólogos, de los economistas, sino el Perú de los soñadores.
Un país también es eso, una historia de fantasías, de sueños, de anhelos, de deseos incumplidos que fueron tan profundamente deseados que alguien tuvo que inventarlos para que de esta manera puedan ser vividos.
Esta es la razón de ser de la literatura, enriquecer esas vidas nuestras que son muy limitadas, que son una sola en comparación con todas las vidas que nuestros deseos y nuestros sueños quisieran vivir. La literatura de alguna manera hace posible ese imposible, enriquecer nuestra limitada experiencia de la vida con otras más diversas, más variadas, que han sido creadas con la imaginación y las palabras de los escritores. Esa es una función importante para la historia de un país, crear una tradición, crear una referencia, da a un país un alma, un espíritu y eso en última instancia, a pesar de tener una naturaleza indeleble e impalpable, dura más, es más profunda muchas veces, que el país puramente material, que es transitorio, (por eso es importante) ejercer la literatura en el Perú.
(Hace su ingreso Fernando de Szyszlo)
Bienvenido, querido Fernando de Szyszlo, al que este Premio Nobel le ha venido sacando más canas que a mí desde octubre, porque he visto al pobre Gody entrevistado por todos los medios habidos y por haber, repitiendo las mismas cosas hasta el extremo de llegar a decirme “que este, que es el mejor de mis amigos, no se iba a convertir en un enemigo mío mortal por culpa de los académicos suecos”. Muchas gracias, Gody.
El ejercicio de la vocación literaria no es fácil en ninguna parte y desde luego es mucho más difícil en países como el nuestro en el que el ámbito de la cultura es mucho más reducido, pequeño. Donde durante muchísimo tiempo casi no hubo editoriales que publicaran a los escritores. Donde muchas veces para no quedarse inéditos los escritores tenían que financiar de su propio bolsillo si querían ser leídos, por eso la circulación de los mismos era muy pequeña, muchas veces no trascendía las fronteras de los amigos y los familiares. En un medio así, escribir, empeñarse en escribir contra viento y marea, contra la adversidad, requería una vocación enorme, una verdadera voluntad de sacrificio, una convicción de que aquello aunque no tuviera asiento, era la respuesta en la sociedad, era importante hacerlo aunque solo fuera por la realización personal.
Por eso la Casa de la Literatura Peruana es tan importante, de alguna manera desagravia a esos colegas nuestros que a lo largo de tantos años trabajaron casi siempre en el silencio, sin reconocimientos, sin premios y a veces a costa de enormes sacrificios.
Basta pensar simplemente en escritores como Vallejo (uno de los grandes poetas de nuestra lengua) y la vida tan difícil y marginal que tuvo, y los escasos -para no decir nulos- recocimientos que alcanzó su poesía, pese a su originalidad y su grandeza, que ha sido reconocida sobre todo después de su muerte. Pensemos en un César Moro, por ejemplo, que escribió en la más profunda soledad en su país. Es verdad que en su caso esa soledad era también elegida, era una actitud de rebeldía que mantuvo hasta el final, pero su soledad era más extrema incluso por razones puramente lingüísticas porque lo mejor de su poesía no lo escribió solo en español sino en francés. A él también el reconocimiento le vino solo después de la muerte. Ahora sabemos que era un gran poeta, ahora sabemos que César Moro es uno de los grandes creadores que ha producido nuestro país no solo por la riqueza de la poesía sino también por la extraordinaria integridad moral con que él asumió su vocación de escritor.
Dentro de poco vamos a celebrar un centenario de uno de los grandes escritores peruanos que es José María Arguedas y ojalá que ese centenario sirva sobre todo para homenajearlo de la manera que resulta más -yo creo- grata para un escritor: que es divulgando su obra, haciendo que sus novelas, que sus cuentos, que sus estudios, que sus traducciones de leyendas y poemas del quechua se difundan. Porque todos esos textos son testimonio maravilloso de la compleja, de la contradictoria, de la difícil realidad peruana. Arguedas también tuvo una vida muy dolorosa. Tampoco alcanzó el reconocimiento en vida pero sí en los últimos años de su existencia. Fue leído, traducido, publicado, pero gran parte de su vida también transcurrió en el silencio, en la soledad, que ha sido la compañía más constante de los escritores peruanos.
Yo quiero recordarlos a ellos en este día que es justamente un día en que por circunstancias diversas el nombre del Perú, que ha estado asociado en un vasto ámbito en relación con la literatura, no con los golpes de estado, no con catástrofes naturales, no con las violaciones a los derechos humanos, sino en relación a algo más alto y duradero: la creatividad, la invención, la fantasía hecha palabra, que es la literatura. Todos ellos de alguna manera han sido reconocidos por este premio [el Nobel] porque aunque los académicos suecos insistan mucho que el premio se da a un autor y a una obra, la realidad es que detrás de ese autor hay también una lengua; y detrás de ese autor hay también un país del que procede y de alguna manera esas tres cosas son absolutamente inseparables. Así lo ha decretado la opinión pública internacional hace muchísimo tiempo y esa verdad se ha impuesto sobre todas las declaraciones en contrario.
Yo estoy muy agradecido a los peruanos porque a diferencia de esos otros colegas a los que he ido mencionando -y podría citar una lista larguísima de nombres- yo sí he tenido la fortuna de ser reconocido y con gran cariño y amistad por mis compatriotas. Es algo que ha venido con el Premio y me ha emocionado mucho ver que tenía tantos amigos desconocidos hasta entonces que en todos los rincones del Perú han celebrado mi Premio como si fuera también de ellos, y desde luego que lo es; desde luego que este premio es una razón para sentirnos reconocidos todos los peruanos, para que la imagen del Perú, de alguna manera, se asocie a cosas más elevadas que aquellas por las que suele salir en los periódicos. No son las catástrofes, las violencias. No. Es también el uso de la palabra, la creación de formas artísticas y de personajes literarios, y a todo ello han contribuido todos los escritores que están representados en esta Casa de la Literatura Peruana, una Casa que según las estadísticas que acaba de decirnos la directora está teniendo mucho éxito, está atrayendo sobre todo a los jóvenes y esperemos que incitándolos a leer que es lo importante.
La lectura, y la lectura de la buena literatura, es una actividad indispensable. Va más allá del entretenimiento aunque la gran literatura sea un entretenimiento superior. Va más allá incluso del enriquecimiento espiritual, de la sensibilidad del espíritu crítico que produce siempre en los lectores. La buena literatura es algo que forma ciudadanos.
Los ciudadanos de una democracia tienen que tener un espíritu crítico que impida que sean manipulados, engañados, embaucados por los poderes existentes. El ciudadano impregnado de buena literatura es un ciudadano que piensa, que coteja ese mundo ideal que crean los poetas y los narradores y los dramaturgos, con el mundo real. Un cotejo en el que descubre siempre que la realidad real está mal hecha, que no alcanza nunca esa realidad de nuestros sueños, y eso hace que los ciudadanos sean críticos de su entorno y siempre sienta la necesidad de cambiar y mejorar el mundo en el que viven.
Esta institución en la que se inaugura hoy esta conferencia, para la que deseo el mejor de los éxitos, está contribuyendo a esa tarea fundamental: formar lectores, formar buenos lectores, que es la mejor manera de formar mejores ciudadanos democráticos».