La partida de Renzo Farje de la Torre nos conmueve, pero también nos compromete a continuar con el trabajo que dejó en la Casa de la Literatura Peruana. Junto a Kristel Best fue uno de los impulsores del proyecto del Mapa Literario de Lima, el cual continuará siguiendo el entusiasmo y compromiso de nuestro querido amigo y colega. Compartimos algunos testimonios de las personas que lo conocieron aquí, en la Casa.
Kristel Best Urday
Conocí a Renzo gracias a Milagros Saldarriaga, directora de la Casa de la Literatura, tal vez en el 2011 o 2012. La primera vez que lo vi fue en el taller que Sarita Cartonera tenía en Jesús María, cerca del Campo de Marte. Hace un tiempo, Renzo, aún estudiante de Literatura de la PUCP, se había sumado al mundo del cartón, las ficciones, las témperas, cuchillas y esténciles. La editorial Sarita Cartonera era un incesante laboratorio de creación e inspiración. Nació en San Marcos, acaso en el 2004, y pasó por muchas etapas y talleres, cada vez que podía iba a visitarlos: el taller del Cercado de Lima, el del jirón Contumazá, el de la Biblioteca Nacional en San Borja, el de Miraflores en casa de Milagros y Tania, y el de Jesús María. No sé si hubo otros más…
Después nuestros caminos se juntaron en la Casa de la Literatura Peruana, gracias a Milagros otra vez. Emprendimos el proyecto de mapear literariamente el Centro Histórico de Lima. En un principio no sabíamos bien cómo empezar, qué criterios utilizar, cómo explorar tan vasto territorio literario. Nos reuníamos en mi casa en Surquillo, en su casa en Chorrillos, en casa de Sara en San Martín de Porres, en la Casa de la Literatura y en el centro de Lima, pero donde más nos reuníamos no era en los bares del centro de Lima, sino era en los cafés del centro de Miraflores porque había internet las 24 horas. Renzo fue atropellado en Miraflores, dos días después emprendió otro camino, otro recorrido, y aquí sus amigos, compañeros y familia nos quedamos con la sensación de lo inexplicable.
Jorge de la Cruz
Más que una crónica, deseo que estas palabras sean una suerte de homenaje para el amigo que me permitió conocer también al profesional y al ser humano. Para el amigo que me compartió información literaria y vivencial, y para el gran amigo que me dejó ser parte del Mapa Literario.
Recuerdo haber conocido a Renzo en dos momentos bien marcados: en el desarrollo de los recorridos y en su culminación. En el primero, conocí al Renzo expositor, al Renzo que citaba e interpretaba a autores que vivieron en los textos que leyó y que atesoraba en una maleta que a veces parecía ser ya una extensión más de su brazo, al Renzo que no evadía ninguna pregunta, que debatía, que polemizaba, que se divertía hablando tanto de los textos como de los cigarrillos de Ribeyro, del perfil de Salazar Bondy o de la historia del título Lima en rock de Reynoso. Ese es el Renzo que conocí y que conoció el público que cada sábado se reunía en el café literario en una especie de cofradía en busca de la vida de su autor favorito, pero hubo otro Renzo que ellos no llegaron a conocer, un Renzo más humano, un Renzo que al finalizar el Mapa Literario se me acercaba a preguntarme por mi parecer sobre su exposición o sobre la afluencia del público. Ese era el Renzo que entre jugos de naranja o emolientes, bromeaba sobre los autores que había leído, que conversaba sobre la vida, que debatía sobre la confección de un libro o sobre la importancia de determinado autor en un ambiente de camaradería y amistad.
No sé si estas palabras sean suficientes para dar forma al objetivo inicial de este homenaje, pero lo que sí sé es que el destino del Mapa personal de Renzo Farje solo ha tomado otro rumbo, desde donde velará el Mapa personal de sus seres queridos.
Bruno Ysla Heredia
La relación de Renzo con la Biblioteca Mario Vargas Llosa era bastante cercana porque solía pedir con anticipación todos los libros relacionados al autor o tema específico para la preparación de cada uno de los ciclos del recorrido del Mapa Literario de la Casa de la Literatura. Recuerdo haberlo apoyado con eso en los recorridos sobre Julio Ramón Ribeyro, Sebastián Salazar Bondy y, últimamente, sobre Oswaldo Reynoso. Asimismo, dejó a la Biblioteca material sobre los mapas literarios de diversos lugares a los que había visitado, con el fin de que estén a disposición de cualquier visitante. Era muy entusiasta, siempre con algo por hacer y con quien se podía hablar de diversos temas y también bromear. Con cada pedido o devolución de los libros siempre terminábamos con alguna broma o algún comentario en doble sentido. En lo personal, el año pasado, cuando no hacía mucho yo había empezado a trabajar en la Casa, me encontré casualmente con él y Kristel Best en la librería Inestable de Miraflores; buscaban libros para la Exposición Permanente, yo estaba allí para ver alguna novedad; terminadas nuestras compras, me dijeron para salir a comer y tomar algo por allí, yo debía volver a mi casa y supuse que sería sólo un ratito, pero estuvimos horas, el tiempo pasó y no nos dimos cuenta. Esa fue una de las primeras actividades “extracurriculares” que tuve con compañeros de la Casa de la Literatura, fue de las primeras veces en que compañeros de aquí me hicieron sentir como en Casa. Nunca pude estar en alguno de los recorridos del Mapa, por motivos de trabajo, pero imagino que Renzo hacía sentir también como en casa a cada uno de los participantes. Su entusiasmo y energía, su espíritu, permanecerán con nosotros. Hasta siempre, Renzo.
Juan Carlos Villegas
Participar en los recorridos del Mapa Literario en el Centro de Lima me hizo conocer a Renzo, un joven apasionado de la literatura. Me acuerdo de varias anécdotas compartidas, como aquella 21 de marzo de este año, en un sábado caluroso al mediodía, cuando estábamos Jorge y yo junto a él haciendo el recorrido sobre Sebastián Salazar Bondy. Nos detuvimos en el jirón Huancavelica frente al Teatro Segura. Renzo señalaba la importancia de las obras teatrales de Salazar Bondy y cuando leyó parte de una escena de la obra “Dos viejas van por la calle” los transeúntes nos quedaban mirando y seguían el diálogo.
Además, recuerdo que los vendedores del Jirón de la Unión nos reclamaban porque, según ellos, espantábamos a la clientela. Sin embargo ni Renzo ni nosotros nos amilanábamos, sobre todo él, quien seguía firme en este proyecto. Son dignos de admiración esas ganas y ese coraje de hacer cada recorrido distinto con una autocrítica profesional. Además de su labor como investigador.
Acabo de encontrar algunos stickers del recorrido del Mapa Literario, esos que repartíamos al inicio: la figura del gallinazo, los libros, la máquina de escribir y los pies del caminante con la maleta. Ese caminante que has sido tú, hermano, y lo seguirás siendo siempre.
Edwin Alarcón
Un sábado por la mañana, una anciana interviene en la charla grupal: “mi profesor en San Marcos fue Salazar Bondy, en los 60”. Era el recorrido del Mapa literario, Jironeando con el señor Gallinazo. Era una anécdota más de los recorridos que recordábamos con los compañeros. Renzo Farje, entrañable compañero, rompiendo el bullicio de las calles con voz y maleta en mano.
Luz Marina Mendoza Ccolquehuanca
Hace más de un año empecé a formar parte del equipo del Mapa Literario. Recuerdo la multitud que vino a la presentación oficial del mapa y, claro, recuerdo también la expresión de alegría de Renzo luego de esta gran acogida y expectativa por el proyecto. Luego de esto siguieron las reuniones de coordinación para cada salida, cómo distribuir el trabajo o simplemente dar ideas para mejorar cada salida. Recuerdo a un Renzo muy dispuesto a escuchar ideas, apuntando siempre en su libreta con su inseparable amigo el café.
Cada recorrido siempre una anécdota, como cuando estábamos en el recorrido y había personas que nos escuchaban, les interesaba y terminaban siguiendo el recorrido con nosotros. Empezábamos el recorrido con 15 personas y terminábamos con 18. El reto era hacer el recorrido en dos horas algo muy difícil para un apasionado a la literatura, pues así era Renzo. Recuerdo mucho la emoción que tenía en cada punto del mapa y al final de ello la pregunta: “¿Luz, me demoré mucho? ¿Cuántos minutos me pasé?” Al final del recorrido, la foto del recuerdo, y las felicitaciones del público hacia Renzo. De retorno a la Casa solíamos hacer un recuento. Reíamos de los momentos graciosos y al final un “¡Gracias, Luz, nos vemos el sábado!”
Jesús Martínez Urrutia
La expectativa ha estado siempre presente en los recorridos del mapa literario. Tanto desde el inicio como al final, cuando el recorrido terminaba con una foto de rigor. Algunas veces cerca al Hotel Bolívar, en el recorrido dedicado a Julio Ramón Ribeyro, o por la panadería Los Huérfanos, en la ruta de homenaje a Sebastián Salazar Bondy. Renzo Farje, irremplazable amigo, no dudaba en tomarse aquellas fotos, y, además, sugería libros y los lugares donde adquirirlos para quienes deseaban explorar los lugares de venta de libros en el Boulevard de la Cultura del Jr. Quilca.
Jaime Cabrera
Tal como se le aprecia en las fotos, así recuerdo a Renzo: sonriente, calmado, nunca molesto. Hasta ahora me quedo con la interrogante sobre qué cosas le molestaban. Lo conocí apenas año y medio. Cuando venía a la Casa de la Literatura siempre se disculpaba por interrumpir, y de inmediato le decía que no era así. Su presencia quebraba la tensión y con gusto conversábamos sus propuestas e inquietudes para realizar la difusión de los recorridos del Mapa Literario de Lima. Esa era una de sus grandes preocupaciones: el Mapa Literario, este proyecto al que le ponía tanto cariño, tanto empuje.
En el verano grabamos un video en el Centro de Lima sobre Sebastián Salazar Bondy y, pese, al agobiante calor del mediodía allí estaba él, con sus libros, leyendo fragmentos de la obra del autor, preguntando qué tal quedó la toma, proponiendo escenarios para grabar. El video se puede ver en YouTube. De hecho lo he vuelto a ver, y en esa lucha entre la tristeza por su repentina partida y la alegría de haberlo conocido, quiero quedarme con esto último, pues ese recuerdo nos ayudará a tener presente lo que hizo. A veces, y no debería ser así, solo la ausencia de una persona nos lleva a reconocer la influencia que ejerció en quienes la rodearon. Su entusiasmo por hacer cosas nuevas a pesar de los múltiples obstáculos, es una de las marcas que Renzo nos ha dejado.